Capítulo 13: Los Anónimos (parte IV)

45 11 15
                                    

Luego de bajar por la escotilla, le pareció estarse abriendo paso a un mundo subterráneo. El ruido allí era más profundo, como un zumbido constante; y el olor, al joven le resultaba insoportable. No tardó en darse cuenta, gracias a su ya no tan pequeño amigo, que el hedor sintiente, provenía de una montaña de pescados. Quizá trescientos, acumulados en una punta. De solo olerlo, las náuseas le aparecían.
El sonido de la música iba dando la bienvenida al joven, mientras este hacía rechinar sus calzados con las húmedas maderas que componían el suelo.
La guerrera reía al ver la cara de Fhender y abría la puerta a la fiesta que se estaba gestando; fiestas que eran muy habituales en los barcos, cuando la bandera blanca reinaba el mar.
Los caballetes sostenían el inmenso peso de bailarines alcoholizados, danzando sobre los tablones. Los vidrios chillaban por el constante repiqueteo y las copas se partían en interminables brindis.
El joven tendría mucho de qué hablar al día siguiente, ya que la actuación de sus dos compañeros, era vergonzosa. Mientras que Bori bailaba y desafinaba las canciones aportadas por el acordeón; Germanus intentaba seducir con palabras románticas a las distintas mujeres del lugar. Algunas reían y seguían su juego; otras, lo empujaban cual trapo sucio.
Algunos estruendos, provenientes de quienes guiados por su confianza terminaban en el suelo, acaparaban la atención y luego intensificaban las carcajadas. De tanto en tanto, se oía el brusco y desagradable ruido a expulsión, proveniente de gargantas teñidas en licor.
También había quienes competían y apostaban gemas marrones y otras cosas de su propiedad.
Fhender agradecía haber tenido tiempo de cambiarse y llevar ropa similar a la de sus pares; ya que en una situación de ese estilo, podía llegar a generarse una situación de conflicto.

 Fhender agradecía haber tenido tiempo de cambiarse y llevar ropa similar a la de sus pares; ya que en una situación de ese estilo, podía llegar a generarse una situación de conflicto

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Tras las reiteradas insistencias por parte de Bori, el joven había probado el ron. Pasados pocos segundos de haberlo tragado y sentir que un fuego recorría por su tráquea, comenzó a escupir. Se trataba de una bebida fuerte, y él no estaba acostumbrado a tomar. De hecho, había probado muy pocos tragos y bebidas.
Fuera de eso, la estaba pasando bien. Hacía mucho no tenía un momento de distención y pensaba disfrutarlo. Así fue como, siguiendo a su amigo, cantó y bailó, sin pensar en un mañana. Algunas mujeres se acercaban para coquetear con él; mientras que algunos hombres se acercaban ofreciéndole sumas de dinero por su mascota.
Fhender intentó unas cuantas veces encontrar a Oriana con su mirada. Parecía haber desaparecido hacía ya un largo rato y no había vuelto.
Ahora los gritos y silbidos sonaban por una esquina y gracias a los tatuajes, Bori y el joven pudieron distinguir, de quien se trataba. Repentinamente, se había armado un tumulto de gente, que elevaba sus puños y gritaba reiteradamente "muerte".
Haciéndose lugar entre la multitud y luchando con las espaldas para ver, entendieron que era lo que estaba sucediendo. Germanus apenas ponía mantenerse de pie, y sus palabras salían entrecortadas.

—Veo que... —eructando—. Hoy no recordaste pintar tus labios —mirando pícaramente.

El tipo al que enfrentaba, tenía una espalda robusta y superaba en altura a su contrincante por lo menos, en una cabeza. En situaciones normales, esto no hubiese sido un problema; pero por el estado de ebriedad que tenía Germanus, se encontraba en un gran peligro.

Fhender: La rebelión de los Vahianer ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora