Capítulo 15: Del otro lado (parte VI)

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Intentó alcanzar la puerta corriendo a toda velocidad, pero la bestia, persiguiéndolo de atrás, lo embistió con toda su fuerza haciendo que el joven volara atravesando la puerta. Los pedazos de madera acompañaron su caída y los posteriores giros que dio en el suelo. Inmediatamente, su compañera corrió hacia él, comenzando a gruñir y mostrarle sus dientes a aquel oso que ahora los rodeaba. Ahora el joven entendía por qué Rigal le tenía tanto respeto, por qué se referían a él como protector del bosque. «¿Podrá transformarse en cualquier animal?» se preguntaba mientras comenzaba a levantarse presionando sus rodillas.

—No —le hablaba a su animal en un tono brusco como para que lo entienda—. Si todo sale bien, será solo un entrenamiento —agarrando su báculo y señalándole al animal que se aleje—. O eso espero...

Lentamente la compañera del joven comenzó a alejarse, pero sin quitar los ojos de aquel oso y sin dejar de gruñir. Cuando esta se encontró a unos metros de distancia, Fhender miró a aquel oso y flexionó sus rodillas. El mensaje era claro: «estoy listo».
Lo próximo que sintió fue el temblor del suelo al acercarse nuevamente la bestia hacia él; pero esta vez no lo tomaba por sorpresa, apoyaba su báculo en el suelo desplazándose con un salto y levantando una cortina de polvo para confundir a Rus. Seguidamente Fhender elevó sus brazos logrando que aquella cortina se transforme en una especie de tornado de tierra, hojas e insectos. El oso seguía quejándose y girando sobre sus cuatro patas. Lentamente comenzó a caminar intentando salirse del poder del joven, quien cada vez hacia más fuerza por retenerlo. Finalmente, gracias sus sentidos, Rus advirtió donde estaba el joven y utilizó la fuerza de sus cuatro patas para salirse de aquel tornado y atacarlo. Aunque el éxito no iba a estar de su lado, ya que el joven habiéndolo visto había conseguido con facilidad volverlo a esquivar.
Separados por algunos metros, intercambiaban miradas mientras aquella bestia parecía tomar aire. Fhender intentaba tranquilizar el ritmo de su corazón, había utilizado mucha de su fuerza en intentar retenerlo. Pero pasados algunos segundos, sus instintos volvieron a activarse ya que la bestia volvía a acercarse.
Cansado y abrumado, el joven esperó a que Rus este lo suficientemente cerca y rápidamente golpeo su bastón sobre el suelo. La fuerza utilizada fue tal, que un grito se escapó de su boca. De repente, toda la escena estaba cubierta por una nube de tierra, en la que el Mythier apenas podía respirar. Luego de toser algunas veces, movió su brazo derecho haciendo disminuir el polvillo hasta hacerlo desaparecer. Trastabillaba intentando alejarse de donde estaba, utilizando el báculo como apoyo. Le costaba mantenerse de pie y sentía un gran dolor en todo su cuerpo.
Cuando las nubes de polvillo desaparecieron por completo, lo primero que observó fue el agujero que había hecho en la tierra. Tan grande que podían haber caído otros dos osos más y suficientemente profundo como para generar un buen impacto en tales bestias.
Sin acercarse demasiado, el Mythier comenzó a buscar a la bestia con su mirada. No creía que hubiese podido salir de aquel pozo, pero tampoco podía confiar en sus instintos ya que se encontraba completamente mareado y aturdido.

—¿Rus? ... —dijo entrecortado y con muy poca fuerza en su garganta. Pero no encontró señales de ningún tipo, hasta que llevó su mirada al cielo. El sol ya casi había desaparecido por completo, y las sombras de los árboles comenzaban a generar una atmosfera escalofriante. Por el gruñido de su compañera, que aún le hacía caso y se mantenía alejada, fue que pudo entender que algo o alguien estaba cerca. Al poco tiempo, sus ojos pudieron ver que de entre las nubes, un águila se dirigía a él a toda velocidad. Torpemente, intentó alejarse pero al volver su mirada hacia Rus, este volvía a transformarse. Fhender alcanzó a ver como el cuerpo entero del águila cambiaba, haciéndose más y más grande; deformándose y convirtiéndose en otro ser.
El joven se alejaba rengueando lo más rápido que podía hasta que por debajo de sus pies se empezó a estirar una sombra macabramente gigante y decidió voltear. Estando a muy pocos metros de distancia, cansado y dolorido entendía que había perdido. El oso cayó sobre Fhender, quedando este entre sus dos patas delanteras. El rugido de aquel animal generaba cierto dolor sobre los oídos del joven, quien ya sin posibilidades cerraba sus ojos. El primer rugido, había sido sobre el rostro de su presa, ahora un segundo rugido era liberado a los vientos, dejando que su voz se haga eco de la victoria. Lentamente la bestia comenzó a caminar dejando atrás a Fhender, quien esperó un buen rato antes de levantarse.
Entendiendo que la batalla había finalizado, su compañera se acercó lo más rápido que pudo y se acostó a su lado.

Fhender: La rebelión de los Vahianer ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora