Capítulo 17 (parte IV)

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—Patéticos —escupía el rey mientras veía el ataque aéreo de los Vahianer a punto de caer.

Detrás de él se encontraba Jeik, quien al ver que Taniel no se inmutaba ante la inminente ofensiva enemiga, se ponía más y más nervioso. Su respiración comenzó a entrecortarse y buscando el tono correcto espetó:

—¿Señor? —intentando buscar alguna razón ante la quietud del rey.

—Débiles —dijo sin mirar atrás. Estirando sus brazos, creó una barrera transparente que impidió a las flechas continuar su trayecto. Lentamente comenzaban a resbalarse hasta terminar en el suelo; desde la lejanía, al rey le era posible escuchar los gritos de festejo de su ejército, al ver que ninguno había resultado lastimado.

Pero la sonrisa en su rostro duraría poco, ya que instantes más tarde un estruendo proveniente de su izquierda atraería toda su atención. Abandonó su posición librando al ejército de la barrera que los protegía, y mientras se acercaba a observar que había pasado, escuchaba que sus guerreros comenzaban la ofensiva nuevamente.
No necesitó dar demasiados pasos para ver que estaba sucediendo.

—¡Nos disparan! —replicaba un artillero que saltaba, alejándose de una catapulta a la que ya se le veían venir tres arpones a toda velocidad.

Los proyectiles dieron con suma eficacia en el objetivo, destrozando los accionadores y partiendo la tabla principal que se encargaba de hacer las expulsiones.
Para cuando Taniel tomó conocimiento de lo que estaba ocurriendo, ya dos de sus catapultas se encontraban inutilizadas. La furia comenzaba a hacerse con su cuerpo cuando nuevamente los gritos de alerta lo despertaron. Se trataba de otros tres arpones que se acercaban furiosamente para cobrarse su tercer objetivo. Al parecer los Vahianer estaban decididos a acabar con las máquinas del rey. Pero ahora en ese plan se interponía Taniel, que llevando sus brazos con un gesto hacia abajo, desvió las flechas metálicas hasta quedar clavadas en el suelo.

—¡Todas las catapultas! —comenzó elevando su voz mientras daba la espalda a las máquinas y a sus artilleros—. ¡Quiero que destruyan las torres de la muralla! De ahí vienen los ataques —llevando los brazos flexionados y manos abiertas, a la altura de su pecho continuó—. Yo detendré sus arpones.

—¡Ya escucharon al rey! —gruñía el jefe de artillería—. ¡Preparen sus coordenadas para la muralla!

—¡Preparen las coordenadas para la muralla! —se dispersaban los gritos dándose aliento entre aquellos.

Jeik observaba con gran admiración, a Taniel desviar los arpones. Su túnica blanca se sacudía de un lado a otro con los movimientos que este hacía y despertaba en el joven Rasat un respeto inexplicable.
Cuando los artilleros informaron haber controlado las coordenadas, de la boca del rey salieron las siguientes palabras:

—Que arda el cielo.

Las rocas despegaban de su lugar de origen mientras que en el campo de batalla, los soldados del rey avanzaban a toda velocidad contra el ejército rebelde, que se habían reubicado cerca de la puerta de entrada.
En ese momento, en el que Taniel creía tener todo bajo control y una victoria asegurada; los Vahianer demostraban una vez más que no sería fácil pasar por encima de ellos.
Lo primero que se escuchó fue una explosión. Intentando adivinar la procedencia, el rey llevaba su mirada por todo el campo de batalla, ya que a la explosión principal le comenzaban a suceder otros estruendos. Una cortina de tierra se desplegaba, llegando como una inofensiva brisa a las alturas desde donde Taniel observaba.
Una segunda explosión le develó al rey su ubicación. Provenía de una de las antiguas torres del fuerte; desafortunadamente para él, la táctica cometa había sido accionada.

—¡Señor! —se acercaba Jeik corriendo—. Las torres... se desmoronan —agitado—. Nuestro ejército.

Mientras Taniel terminaba de entender que estaba sucediendo, los arpones seguían atacando, y ahora sin la atención del Mythier se llevaban otra catapulta.

—¡Ah! —sonaban los gritos desesperados de un artillero que había sido atravesado con la flecha.

Sin llevar su atención a lo que ocurría allí, el rey elevó sus manos mientras pensaba como detener el inminente derrumbe que atraparía parte de su ejército; pero rápidamente su instinto lo obligaba a cambiar el foco de atención, ya que una nueva c...

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Sin llevar su atención a lo que ocurría allí, el rey elevó sus manos mientras pensaba como detener el inminente derrumbe que atraparía parte de su ejército; pero rápidamente su instinto lo obligaba a cambiar el foco de atención, ya que una nueva camada de arpones se dirigían a él. Tomándolo sorpresivamente, no tuvo más opciones que desaparecer y reaparecer unos pocos pasos a su izquierda. Luego de aquel destello luminosamente púrpura, el rey se encontraba a salvo; pero la catapulta y los hombres que anteriormente se refugiaban tras su espalda, no habían contado con la misma suerte.
Escuchando el sonido de los artilleros agonizar llevó su mirada al campo de batalla. Las dos torres ya desmoronadas formaban una especie de barrera por la que algunos soldados de su ejército habían intentado escalar, perdiendo la vida en el intento. Los ojos de Taniel no querían ver lo que estaba sucediendo, la jugada de los Vahianer resultaba un rotundo éxito ya que la barrera no solo les daba tiempo para reorganizarse, sino también porque ahora el ejército del rey era presa de incontables flechas.
La ira se apoderaba lentamente de su cuerpo, no solo estaba perdiendo sus máquinas de guerra, ahora también estaba perdiendo a sus soldados.

—Señor rey —decía Jeik guardando la distancia y sin mirarlo directamente—. ¿Qué podemos hacer? Están perdidos —señalando a las tropas—. No se deciden si rodear o no la barrera... Podría haber otra trampa... —dejaba de hablar inmediatamente al ver que el rey volteaba a verlo.

—Revisen todas las catapultas. Si alguna puede ser reparada, háganlo. Intenten armar una fortificación con piedras y los restos de las máquinas que ya no sirvan —soltando el aire—. Yo me encargo del campo de batalla.

InstantáneamenteJeik y unos cuantos artilleros más, comenzaron a trabajar en las nuevas órdenesde Taniel. Sabían que este se encontraría furioso, y en esos momentos lo mejorera mantenerse alejados.
Los ojos del rey lo cargaban más y más de ira al ver la torpeza de su ejército.En su rostro se dibujaba el odio y en su mente solo visibilizaba la derrotaVahianer. Sus brazos permanecían extendidos apuntado al suelo cuando comenzó acerrar y abrir su mano. Una parte de su labio superior, se elevaba con estemovimiento, dejando en él, un temible rostro.
Uno de los artilleros transportaba una madera hacia el lugar que Jeik habíadesignado, hasta que una fuerza que no pudo contener se la arrastró de susmanos. Esto llamó la atención de varios de los soldados allí presentes, que alrecorrer con su mirada el trayecto entendieron lo que estaba ocurriendo.
De repente, todos los arpones estaban siendo atraídos por Taniel, quienpermanecía sin mayores movimientos, abriendo y cerrando sus manos. Algunossegundos más tarde, habiéndose rodeado de todas aquellas flechas de hierro;elevó su brazo izquierdo, hasta que bruscamente lo estiró apuntando hacia donde,en ese mismo instante, volaron tres arpones.


NicoAGarcía

NicoAGarcía

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Fhender: La rebelión de los Vahianer ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora