Capítulo 14: La rebelión

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Inmediatamente después de algunos abrazos, choques de palmas y alaridos festivos, comenzó la marcha

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Inmediatamente después de algunos abrazos, choques de palmas y alaridos festivos, comenzó la marcha. Querían aprovechar la nebulosa noche, para atravesar el puente y arribar en el Bosque de Rus; ya que, acompañados de la oscuridad, lograrían fácilmente combatir a los guaridas.
Las miradas hacia el joven, eran de las que él estaba acostumbrado a recibir; pero lo que realmente le molestaba ahora, era lo cómodo que parecían estar sus amigos. Desde su gaper, los veía reír, saludar y contar anécdotas a los gritos. Por lo que oía, todos parecían conocerse; todos se veían contentos. Todos, menos él.
Esa sensación volvía a su cuerpo. Esa que experimentaba cada vez que recordaba que era huérfano; esa que reconocía, cada vez que sentía ser abandonado. «¿Y si comienzan a odiarme? ¿Y si comienzan a creer en lo que la gente dice de mí? ¿ Y si me abandonan?».
El joven cerró sus ojos, y se preguntó si alguna vez, Rigal se hubiese sentido así.

—El anonimato —como si hablase solo—. Es una buena solución a tu problema... Rigal lo sabía muy bien —sonriendo ampliamente al ver la cara de sorpresa y confusión del joven.

Quizá las palabras de Ceto, comenzaban a tener algo de sentido para Fhender. Aun así, decidía esquivar sus pensamientos, y seguir con la mirada a su mascota, que corría y saltaba de un lado a otro. Fue en ese momento, que se sorprendió al notar, la velocidad que su animal podía conseguir. No creía que superase a la de un gaper, pero seguramente podría competirle sin quedar atras.
Recordaba las primeras veces, en las que le tenía que conseguir semillas y frutas para alimentarlo, y una sonrisa melancólica lo invadía. Ahora el animal por si solo era capaz de trepar y gracias a su olfato encontrar sus propios alimentos. Además, pese a que al joven no le gustaba la idea, con sus garras y colmillos ya un poco más desarrollados, a veces lograba cazar por su cuenta. Era su naturaleza, y Fhender no se interpondría en eso; pero a decir verdad, él siempre había tratado a su mascota como un animal herbívoro.

Desandando el camino entre las filas rebeldes, el joven logró vislumbrar el terreno en el que se encontraba. Estaban ya unos cuantos metros alejados de la costa y muy cerca de donde el mar dejaba de ser tal para convertirse en montaña. Al otro lado, en descenso, se podían apreciar algunos comercios y siluetas. El nivel de claridad era bajo, ya que no solo la distancia interfería; sino también el entramado de hojas y ramas, que de árbol en árbol, se generaba.
Este paso, casi selvático, los mantenía alejados de los guardias y lo más oculto posible del resto de las personas. Cualquier ser que viese una fila de más de doscientos hombres y mujeres, podía poner en riesgo la misión.
El objetivo era claro: cruzar al Etel.
La pregunta era como lo harían. No podían atravesar Enal por agua, no había pasadizos secretos ni segundos caminos. Solo la muralla, y un puente.

En un intento por elevar más la mirada, Fhender vislumbró que todos los gapers estaban deteniéndose. Algunos vahianer elevaban sus brazos, otros daban leves soplidos rítmicos. «¿Un descanso?» le parecía raro, pero era la primera vez que tomaba un descanso sin estar exhausto, con hambre o dolorido.
Germanus, quien nunca lo había perdido de vista, se acercó y le explicó que harían una reunión para debatir el plan a seguir. De inmediato, se dispusieron a seguir a un grupo soldados, que se apartaba del resto.
Los gapers ahora, encontraban su momento para buscar alimentos y refrescarse con una laguna cercana. El animal del joven, los perseguía e intentaba demostrarles su capacidad; si no hubiese sido por su temprana edad, esta actitud podría haberse visto como una imposición de fuerza.

Fhender: La rebelión de los Vahianer ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora