Capítulo 1: Oportunidad (parte I)

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Se abrieron las puertas del gran salón por una fuerte ola de viento y apareció allí, furioso, con los ojos en su hermano Taniel, quien hacía mucho tiempo no veía

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Se abrieron las puertas del gran salón por una fuerte ola de viento y apareció allí, furioso, con los ojos en su hermano Taniel, quien hacía mucho tiempo no veía. Rigal, no aminoraba el paso ni la tenacidad con la que se acercaba hacia el trono donde su hermano esperaba con una leve sonrisa.

—¿Qué pasó hermanito? —decía Taniel burlándose—. ¿Por qué esa cara?

—¿En serio pensaste que no iba a enterarme? ¡Cómo fuiste capaz!

—Madre siempre estuvo confundida... yo no tengo sanación. Quiero poder, lo quiero todo —haciendo una pausa—. Debieron haberme encerrado —al finalizar la frase y casi sin respirar, se levantó bruscamente de su silla, estiró su brazo en dirección a Rigal liberando la energía de un rayo hacia él.
El resplandor de los colores azul y blanco inundó el salón y en los ojos amarillos de Taniel podía verse el odio con el que anhelaba el impacto contra su hermano.

Rigal, inmutado, se preparaba para lo que se vendría...

—¡Ah! —gritó despavorido—. ¡Uh! —suspiró—. Solo fue un sueño —se decía el joven mientras frotaba sus ojos y escuchaba que desde la cocina lo estaban llamando—. ¡Ya voy! —respondía a los gritos de Toni.

Milton, un joven de dieciséis años, bajaba las escaleras en dirección a la cocina, atendiendo al llamado del cocinero del orfanato Oportunidad; donde había estado desde que tenía memoria.
—Me quedé dormido —decía mientras acomodaba su pelo.

—Eso veo, ¡ja! —se burlaba Toni—. Así nunca te van a adoptar —acercándole un plato de fideos—. Peinate sucio, ¡ja!

«Y vos bañate», pensaba Milton mientras aceptaba el plato de fideos fríos.
Era viernes, había faltado a la escuela y sus compañeros del orfanato recién estaban volviendo. No podía creer haberse quedado dormido, «si había puesto la alarma... y ese sueño», «tengo que dejar de leer tanta porquería». No le fue difícil pensar que ese sueño estaba relacionado con los libros que le gustaba leer.

Ya habiendo terminado su plato, sintió una mano en su espalda. Era su amigo Leo que lo saludaba amistosamente y riendo.

—No sabés lo que te perdiste —hizo una pausa para agarrar el plato que de mala gana Toni le ofrecía—. Le escribimos en el pizarrón a la profesora de sociales "VIVA PERON", no sabés como estaba... ¿Por qué faltaste?

—Quería ver si le conseguía una familia a Toni, pero no tuve suerte —bromeaban juntos.

—Ríanse —decía con su voz ronca—. Con mis treinta y cuatro años pude armar mi vida. ¿Ustedes?, siguen mi camino ¡ja!

—No, no, no —hablaba mientras masticaba—. Hoy me viene a ver una familia y como soy irresistible, me van a sacar de esta pocilga ¡Te voy a extrañar Toni! —se burlaba Leo.

Fhender: La rebelión de los Vahianer ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora