Capítulo 17 (parte III)

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Taniel desde su posición disfrutaba ver como de un momento a otro, los Vahianer habían perdido el control y eran aplastados sin piedad. Aprovechar ese estado de inestabilidad era imperioso para asegurar su victoria; por lo que unos instantes después volteó y con un gesto de mano llamó a Kinta.

—Necesito que lleves a los cursai e intervengan el castillo... El objetivo principal son los arqueros, ya que pronto se convertirán en su última esperanza —haciendo una pausa—. También llevá a los lanceros; quiero que ellos vigilen las salidas del fuerte. Nadie puede escapar.

—¡Ya escucharon! —comenzaba a los gritos la muchacha—. ¡Vamos! —largándose a correr con unas doscientas personas más.

—Señor rey —decía Jeik acercándose—. ¿Fue buena idea enviar a los cursai? —evaluando si sus palabras habían sido lo suficientemente respetuosas—. Es decir, las verán llegar.

—Si lo digo yo... —dando a entender la respuesta con un gesto—. Además tendrán que desplegar toda su fuerza al campo de batalla para combatir a mis soldados —haciendo una pausa—. Los verán marchar, pero no tendrán forma de detenerlos —sonriendo—. Detengan el ataque aéreo, comienza la fase dos.

En las alturas de la muralla, los arqueros miraban a Teilan esperando que diese alguna señal. Bori observaba el miedo que delataba aquel rostro: Ojos saltones abiertos de par en par, hombros caídos y boca abierta. Se podía decir que todo su cuerpo se encontraba paralizado; y aunque al arquero le resultaba comprensible, debían continuar.

—¡Teilan! —se escuchaban los gritos desde el campo de batalla—. ¡Teilan! ¡Las catapultas! ¡Destruí las catapultas! —gritaba a toda voz Aneg.

Como si hubiese despertado de un sueño, el jefe de los arqueros comenzó a caminar mirando el suelo. Iba y venía sobre el mismo lugar, mientras intentaba hacer oído sordo a los gritos provenientes del campo de batalla. De repente, levantó su cabeza y con gesto dos arqueros se acercaron.

—Tienen seis catapultas —hablando rápido—. Quiero que todos los arpones concentren fuerzas en una, hasta destruirla... Así, con cada una —los arqueros miraban a Teilan sin entender si ya había terminado de hablar, ya que permanecía callado acariciándose el mentón. Después de algunos segundos continuó—. Por nada quiero que cambien el objetivo. Si tenemos una posibilidad es con las catapultas destruidas —luego de esas palabras ambos arqueros corrieron cada uno para un lado distinto, pasando la voz de la nueva orden. A la vez, Teilan instruía a sus soldados con una palabra que Bori quería escuchar hace ya un tiempo—. ¡Ataquen!

El sonido de mil cuerdas liberadas generó una sonoridad que se extendió por todo el largo de la muralla. De repente, el cielo oficiaba de mediador ante tan brutal enfrentamiento. Las flechas silbaban en ascenso mientras que sus arqueros, como estatuas, las perseguían con su mirada.
En el campo de batalla, los lanceros intentaban formar nuevamente una línea defensiva aprovechando que las catapultas habían cesado su ataque. Mientras las últimas rocas impactaban sobre la tierra, Baklo gritó:

—¡Necesitamos tiempo! —mirando a Aneg, que ahora la tenía más cerca.

Ambos entendían que al segundo en que cayese la última piedra, los soldados montados y desmotados de Taniel atacarían con toda su furia.
«Ahora o nunca» pensó la comandante observando a Germanus, quien se encontraba en el extremo izquierdo de la muralla.

—¡Aplicamos la táctica "cometa" —gritó Aneg con toda su fuerza.

La voz se corrió entre todos los Vahianer y poco a poco, cada sector comenzó a emplearla. Los lanceros, ya agrupados, comenzaron a retroceder sin mirar atrás y en forma conjunta. Los arqueros volvieron a tensar sus cuerdas esperando nuevas órdenes, y dos soldados del equipo rápido llevaron el mensaje a Germanus y Vinter; quienes estando ubicados en cada extremo de la muralla, serían los encargados de poner en acción la táctica cometa.
Todo pasó con la velocidad de un gaper. Las flechas recién comenzaban a asomarse al enemigo cuando Vinter y Germanus corrían con una antorcha en la mano. 

NicoAGarcía

NicoAGarcía

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Fhender: La rebelión de los Vahianer ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora