CAPÍTULO 2. LO QUE ESCONDE.

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Segundo año #2

Tan solo tenía 13 años, pero Draco ya ansiaba un poder que le era imposible alcanzar. Le gustaba respaldarse detrás de su apellido; le enorgullecía pronunciarlo una y otra vez, pero también suponía un gran peso sobre sus hombros. Sus padres se lo habían repetido una y otra vez: "tienes que estar a la altura de tu apellido, hijo" o "eso no es propio de un Malfoy, más te vale aprenderlo".

Admiraba a su padre. Quería causar lo mismo que causaba él al presentarse delante de una multitud: respeto, sumisión, envidia, y quizás algo de miedo. Sabía muy bien lo que valía y cómo debía comportarse, y así actuaba en la escuela.

Sin embargo, los alumnos de segundo año todavía eran pequeños como para darse cuenta de que detrás de la mezquindad, el elitismo y el narcisismo había algo más. Por el momento, tan solo era el molesto niño de papá que conseguía todo lo que quería y al que era mejor no fastidiar.

Todos parecían saberlo menos esa maldita Henderson. Los meses transcurrían con normalidad, pero cada vez que Draco se cruzaba con ella le era imposible no pensar en las mil y una maneras de las que le gustaría vengarse. Aun así, no llevaba a cabo ninguna.

Seguro que tan solo era una mentirosa y una inconsciente, o eso es lo que se decía Malfoy a sí mismo cada vez que las crueles palabras de Dayana volvían a su cabeza.

*

Draco se encontraba tumbado en el sofá de su sala común. Unos cuantos alumnos la ocupaban también sin armar demasiado jaleo. Mientras se concentraba en hacer levitar su pergamino, pensaba en lo cerca que estaba el verano.

San Potter había vuelto a ser el héroe del año venciendo al monstruo que habitaba en la Cámara Secreta, las mandrágoras habían madurado y habían logrado despetrificar a todos los alumnos y a la gata del señor Filch.

La risotada de Goyle resonó por toda la sala, logrando que Malfoy perdiera la concentración. El pergamino cayó sobre su cara pero lo apartó al momento, incorporándose para dejarlo sobre la mesa levemente arrugado.

- ¿Qué diablos te pasa, Goyle? - cuestionó.

Era el único que se reía, pero Millicent y Pansy sonreían exageradamente. Los tres se acercaron hasta él. Parkinson fue la única que se sentó en el sofá con extrema elegancia antes de hablar.

- ¿Sabes esa chica que tanto te molestaba?

- ¿Henderson?

- Te alegrará saber lo que le ha pasado. - añadió Millicent, mas tuvo que callarse por la mirada asesina que recibió por parte de Pansy.

- Pues bien, el caso es que una chica de tercero la acusó de robarle un anillo. La muy tonta evitó el tema en vez de defenderse.

Tan solo llevaba un par de frases y Draco ya comenzaba a exasperarse.

- Ve al grano, Pansy.

- Los chicos de tercero le han gastado una broma. - resumió.

- Ahora está en el hospital con un brazo y unas cuantas costillas rotas. - volvió a reírse Goyle. La mirada de odio de Parkinson por interrumpirla ni si quiera la percibió.

Una extraña sensación invadió a Draco al escucharle, algo muy parecido a lo que podría ser alegría. Esa chica por fin había pagado por su rebeldía y él no había tenido ni que mover un dedo. Las cosas no podían salir mejor.

El mismo día, durante la cena, optó por entrar a la enfermería aprovechando que estaría vacía. Tan solo la cama del fondo estaba ocupada por Dayana, quien tenía los ojos cerrados en una mueca de dolor.

- ¿Enfermera Pomfrey? - murmuró.

- Tienes un aspecto deplorable.

Esas palabras salieron de Draco aliviándole. Por fin podía vengarse de ella. Por fin había perdido el tono altivo y arrogante que detestaba. Los ojos de la chica se abrieron y pestañearon seguidamente, como si tratara de enfocarlo.

- Malfoy... ¿has venido a burlarte de mí?

- ¿A qué iba a venir sino?

- Es muy ruin por tu parte atacar en mi peor momento.

Draco entrecerró los ojos. Sabía leer entre líneas la palabra "cobarde" impresa en su voz.

- ¿Cómo has acabado así?

- Han tratado de darme un susto a la entrada de la torre de Ravenclaw. No se les ha ocurrido pensar que podría acabar bajando las escaleras de la torre rodando.

Su voz sonaba ronca, como si hiciera un gran esfuerzo por pronunciar cada palabra. Aun así, se mantenía firme en su mayor medida.

- ¿Te duele mucho?

- Pomfrey me ha dado medicación para que no lo haga. Quizás por eso estoy delirando un poco.

"Eres un tramposo y un celoso. No haces más que intentar ser alguien que no eres y una y otra vez defraudas a tus mentores". "Eres y seguirás siendo una vergüenza para tu casa y tu familia".

Draco revivía la conversación en su mente como si hubiese ocurrido hacía tan solo unas horas. Apretó los puños y rechinó sus dientes. Verla en una cama adolorida no le servía, quería que experimentara un daño mayor, como el que le habían causado sus palabras, pero no sabía cómo. No iba a golpearla con sus manos ni a lanzarle un hechizo que le metiera en líos; las palabras tampoco parecían servir y no la conocía en absoluto como alegar algo en contra de su familia o sus raíces.

- ¿A qué has venido de verdad, Draco?

- Me las pagarás algún día, Henderson. Te odio.

El chico se dio la vuelta, pero apenas pudo dar un par de pasos cuando la voz de ella lo detuvo.

- Voy a culpar a la morfina de lo que voy a decir, pero reconozco que me pasé aquel día. - masculló. Draco se dio la vuelta y sus sorprendidos ojos conectaron con los de ella. - Quizás tú no seas el problema.

- ¿A qué te refieres?

Dayana cerró los ojos y movió lentamente la cabeza de un lado a otro. Los medicamentos la estaban adormeciendo, pero hizo un esfuerzo por volver a mirarle.

- Ojalá pudiera entender lo que escondes dentro de ti.

Ella volvió a cerrar los ojos, aunque esta vez parecía haberse quedado dormida de verdad. Draco quería hacer algo, incluso balancearla para que despertara y pudiera entender a qué se refería. Una voz desde la entrada le puso los pelos de punta antes de que pudiera contestar cualquier cosa.

- ¡Señorito Malfoy! ¿Se puede saber qué hace aquí? - la señora Pomfrey se acercaba con rapidez hacia el fondo de la enfermería. - El horario de visitas ha terminado. ¡Debería estar en su dormitorio!

- Ahora mismo me dirigía. Tan solo me he desviado un poco.

No era difícil para nadie saber que era una mentira, y una muy mala. No obstante, Draco salió a paso veloz de la sala con rumbo a su dormitorio. Quizás así pudiera librarse de un castigo. Era hora de dormir, y esa maldita chica había vuelto a darle mucho que pensar.

Destinada | Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora