CAPÍTULO 19. LA MADRIGUERA.

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Dayana y Draco habían hecho el equipaje tan solo para un par de días. Eso era lo máximo que pasarían en la mansión puesto que no podían perder el tiempo, pero tampoco levantar sospechas al quedarse casi solos en Hogwarts durante las Navidades. Lo bueno era que muchos alumnos habían abandonado ya el colegio días atrás.

Para tratar de calmar su nerviosismo, la castaña no quería soltar la mano de Malfoy. Aunque él se lo hubiese negado, ella sabía que le aterraba pensar en tener que presentarse allí, delante de su madre y su tía, y narrar los avances que había tenido en su misión, los cuales eran casi nulos.

- No puedo usar los polvos flu si no me sueltas. - masculló Draco. De nuevo llevaba uno de sus trajes negros de pies a cabeza perfectamente ajustado.

Era cierto. La chica le soltó y se alejó para coger un puñado de polvos.

- Te esperaré al otro lado. - le confirmó antes de desaparecer.

Narcissa Malfoy descendió con rapidez las escaleras al oír el ruido de la chimenea. Ahí estaban ya los dos chicos.

- Oh, Draco, cariño. - suspiró abrazando a su hijo con necesidad. Cada día temía que hubieran podido descubrirle. - ¿Cómo estáis?

- Bien. Todo está bien. - afirmó.

- Draco, cielo. - la voz maliciosa de Bellatrix, quien bajaba las escaleras de dos en dos, para nada se asemejaba con la maternal que había empleado Narcissa hacía un momento. - ¿Ya has arreglado el armario?

- Estoy en ello.

- ¿Y a qué esperas? - le reprendió. - ¡Ya debería estar hecho! ¡Deberías estar centrándote en Dumbledore!

Draco tragó saliva y se encogió de hombros. Ninguno de los dos había echado en falta a su tía.

- Está muy cerca de conseguirlo. Tan solo queda apañar unos detalles. - mintió Dayana. - Entraréis en Hogwarts, créeme.

Los últimos intentos que Draco había realizado habían sido transportando una manzana. El problema era que, al volver, no estaba entera.

Bellatrix se acercó hasta ella y sonrió. Su sonrisa era tétrica, con la mitad de sus dientes deteriorados.

- Eso es lo que me gusta de ti, Dayana. - masculló a centímetros de su rostro. - Tu decisión. No te asustas con facilidad.

Quizás no lo exteriorizara, pero era innegable que por dentro estaba aterrada.


Durante apenas un día y medio, pudieron respirar tranquilos, como si el resto de problemas hubieran dejado de existir por el momento. Estaban lejos de Hogwarts y de sus misiones como mortífagos; aquí se tenían el uno al otro y podían disfrutarse mutuamente.

- En el colegio no duermo igual si no es contigo. - susurró Dayana haciendo cariñosos círculos sobre el estómago de Draco. Este había perdido peso desde el fin del verano, seguramente debido al estrés.

- Pronto serán todos los días así. Ya no queda nada.

La chica cerró los ojos y suspiró. Nunca se imaginó que abrazando a Malfoy en su cama era el lugar en el que más a gusto se encontraría.

- ¿Crees que seré capaz de matar a Dumbledore?

Todo el cuerpo de Dayana se tensó y dejó de respirar durante diez segundos; tiempo en el cual asimilaba su pregunta. Fingió estar dormida y optó por no contestar; no tenía respuesta para ello.

*

La mansión de los Malfoy no había dejado de parecerle sombría a pesar de los numerosos días que ya había pasado en ella. Al parecer, Narcissa se había encargado de enviar a los elfos al hogar de los Henderson para que trajeran la mayor parte de las pertenencias y prendas de vestir que se había dejado. La Mansión Malfoy ya era casi más hogar que su propia casa.

Destinada | Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora