EPÍLOGO.

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Durante dos años, la casa de los Malfoy fue recuperando su esplendor y elegancia, desprendiéndose de todo lo que la relacionaba con Voldemort y recuperando aquello que los convertía en una familia distinguida. Las mazmorras, obviamente, fueron lo primero que clausuraron, convirtiéndola en una zona para guardar y apilar objetos.

Dayana y Draco daban vida a la casa. Blaise y Pansy eran unos de los visitantes más frecuentes de la mansión, al igual que Luna. En ocasiones también acudía con Neville, quien al principio se mantenía reacio a pisar la Mansión Malfoy, pero finalmente terminó aceptando. No le hacía mucha gracia ver a los señores Malfoy y a ellos tampoco les gustaba verle a él después de la enrevesada historia que habían vivido con sus padres y Bellatrix, pero ambos se acostumbraron. Tampoco es que Neville y Draco desearan comenzar una amistad, pero no fue tan malo como se esperaban.

Después de mucho pensarlo, la pareja tomó una decisión que desde el principio fue muy criticada por Narcissa, mas terminó por aceptarla. A finales de año, después de la tercera Navidad sin Voldemort, se mudarían al hogar de los Henderson.

Su casa era enorme, aunque no tanto como la de los Malfoy. Además, llevaba mucho tiempo deshabitada y en algún momento deberían decidir qué hacer con ella. La noche antes de mudarse, mientras Dayana hacía su maleta, una ola de melancolía hizo que se detuviera. No siempre estaba alegre y risueña, también tenía momentos malos que le hacían recordar todo el dolor y la muerte por la que había pasado.

- ¿Qué te ocurre? – cuestionó Draco. Había bajado su segundo baúl a la entrada preparándolo para mañana.

- Han pasado tres años y todavía se me hace raro ponerme ropa normal en lugar de los vestidos de mortífaga.

Draco se acercó y cogió el vestido negro que Dayana observaba entre sus manos. Era el primero que se había puesto para los ataques y el único que había conservado. El resto los había quemado meses después de la victoria.

- No entiendo por qué lo guardas todavía.

- Está bien recordar el pasado. – murmuró. – No es algo que se pueda olvidar.

No podía olvidar la ropa que llevaba como mortífaga, ni el daño que había causado, o las personas que había perdido. No podía olvidar el pasado, porque en ese pasado estaban Dumbledore o Fred, o los duros días en los que Draco había sido su único apoyo y viceversa.

El chico pasó el brazo por encima de sus hombros y besó su mejilla.

- ¿No tienes ganas de que nos mudemos a nuestra nueva casa?

- Claro que las tengo.

- ¿Y sabes qué va a ser lo primero que haga cuando lleguemos?

- ¿El qué?

Draco llevó su boca hasta su oído y, con una sonrisa pícara, susurró:

- Hacerte el amor en cada maldita parte de esa casa.

Al instante una carcajada escapó de entre los labios de Dayana y dejó caer el vestido al suelo para volverse hacia el rubio y rodearle el cuello con sus brazos. Había adoptado una enorme sonrisa y una mirada enamoradiza.

- Lo estoy deseando.


Al punto de la mañana, Narcissa terminaba de ayudar a su hijo a empaquetar unas últimas cosas antes de que cerrara el baúl definitivamente. En otra ocasión, ordenaría a sus elfos domésticos hacer el equipaje, pero en esta quería pasar unos últimos momentos madre e hijo a sabiendas de que le iba a echar mucho de menos.

Narcissa Malfoy pasaba demasiado tiempo a solas en una mansión tan grande como esta. Además, Lucius estaba ocupado recuperando sus contactos en el Ministerio y no solía pasar mucho tiempo en casa. Sin embargo, ella ya le había perdonado por lo ocurrido durante la Segunda Guerra Mágica.

Destinada | Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora