CAPÍTULO 28. INFALIBLE.

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Dayana le había esperado pacientemente sentada en el alféizar de la ventana, al igual que él solía esperarla a ella hasta que regresaba de las misiones. Lo cierto era que eso solo había sido al principio, pues con el tiempo él se acostaba a dormir sin que ella hubiese regresado. Tal vez ese fue el momento en el que se dio cuenta de que algo ocurría entre ellos dos.

Draco entró en la habitación con torpeza dos horas más tarde. Su hombro chocó con el marco de la puerta, se arrastró al interior y cerró con delicadeza. Cuando se dio la vuelta y vio a Dayana observándole, se quedó de piedra.

Llevaba la camisa sacada por fuera del pantalón, con la mayoría de botones desabrochados y el pelo totalmente revuelto. Había bebido, quizás demasiado, y ella nunca lo había visto así. Incontrolablemente regresó su rabia e hizo un enorme esfuerzo por no ponerse a gritar.

- ¿Dónde has estado? - masculló Dayana de pie, de brazos cruzados. Draco suspiró con cansancio y se sentó en la cama, desvistiéndose poco a poco.

- Ya lo sabes. En casa de Blaise.

- Con Pansy.

- Sí, también con Pansy.

- Y vuelves borracho a las tantas después de haber estado con la chica que está loca por ti.

Draco permaneció en silencio varios segundos hasta que se giró para observarla. Llevaba el ceño fruncido, incrédulo ante la actuación de Dayana.

- ¿Quién te crees? ¿Mi madre?

- Me creo tu novia. - espetó con claridad.

Draco se rio irónico y se levantó para sacarse la camisa. Seguidamente se dirigió hasta el armario y cogió uno de sus pijamas sin reparar en absoluto en la mirada fulminante de la chica.

- ¿De qué te ríes?

- Es curioso que lo creas después de semanas sin hablar.

- Eres tú quien no me habla.

- Siempre estás ocupada con tus misiones y nunca estás de humor para nada. - respondió el chico. - ¿Por qué te extraña que no lo haga?

- Solo cumplo con mi deber como mortífaga.

- Ese es el caso, Dayana. - bufó. - No me enamoré de una mortífaga.

La boca de la chica se abrió escéptica ante sus palabras. Hubiera preferido que la golpeara directamente en el estómago a que le dijera eso. Le siguió con la mirada mientras se desabrochaba el cinturón y se quitaba los pantalones para ponerse los del pijama.

- ¿Se supone que ahora debo pedirte disculpas por cumplir con lo que debo hacer?

- No, claro que no. Está claro que nunca pedirías disculpas.

- ¿Y tú sí lo haces?

Draco dejó la camiseta a un lado y se volvió hacia ella. Había regresado con el grado justo de alcoholismo para no sentir nada, tan solo la tranquilidad que le quedaba después de beber. Sin embargo, con esta charla se le estaba pasando el efecto y ya tan solo podía notarse resquicios.

- ¿Por qué debería disculparme yo?

- Por marcharte esta noche, por ejemplo. O por no esperarme ninguna noche despierto. O porque no te interese ni lo más mínimo lo que hago. - enumeró. - ¿Te parece justo disculparte por haber dejado de quererme sin avisar?

- No te dejas querer. - apuntó el chico, comenzando a enfadarse. Por una vez él no era el malo. - Llevas semanas fría y distante. Tratar de hablar contigo es imposible. ¿Para que voy a esperarte despierto después de una misión si jamás me dices nada? No me dejas acercarme a ti en absoluto.

Destinada | Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora