CAPÍTULO 18. FALLOS Y SOSPECHAS.

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Dos semanas y media. Ese era el tiempo que se habían dado de margen antes de empezar con sus tareas.

Dayana trataba de hablar con todo el mundo y sonreír más de la cuenta. Se había implicado en sus deberes y en su función como prefecta. En tan poco tiempo, Horace Slughorn ya se había interesado en ella.

Slughorn había llegado nuevo al colegio ese año para convertirse en profesor de pociones, sustituyendo al profesor Snape, quien ahora impartiría Defensa contra las Artes Oscuras.

Sin duda, Dayana actuaba mejor que Draco, quien se pasaba los días en solitario, en silencio y ausente; como si nada de esto le interesase, y probablemente así fuera. Tan solo en algunas clases, debido sobre todo a su fuerte competitividad, se podían ver resquicios de lo que el rubio solía ser.

Lo más duro de esas dos semanas fue que no podían verse. Malfoy había abandonado por completo sus funciones como prefecto y no podían cometer la osadía de juntarse durante el día a ojos de todo el mundo. Aun así, para Dayana no fue tan difícil sobrellevarlo. Sabía que estos días eran una tremenda mentira en comparación con los que les tocaría vivir, pero por el momento no le molestaba mentirse.

Exactamente el día en que terminaba el tiempo acordado, un ave de papel se posó sobre su mesilla al punto de la mañana. Las chicas todavía remoloneaban y algunas incluso dormían, pero ella ya estaba vestida y ordenando sus libros. No dormía mucho y aprovechaba el ser la primera en despertarse para cambiarse de ropa ocultando la marca de su antebrazo.

Ese ave solo podía ser de una persona.

"Nos vemos donde acordamos. A la misma hora. DM"

En cuanto la leyó, el papel ardió y se transformó en cenizas en la palma de su mano. Draco no era tan tonto como para poner información valiosa por si alguien interceptaba la nota, pero quizás sus precauciones se estaban volviendo excesivas. De todas formas, no hacía falta que pusiera ni lugar ni hora porque ella se acordaba perfectamente. Quizás solo fuera un recordatorio por si se hubiese olvidado de que hoy era el día en el que todo comenzaba.

Cuando atardeció, se dirigió a paso tranquilo hacia el séptimo piso. No podía correr para no levantar sospechas y así al mismo tiempo se aseguraba de que nadie la siguiese. Una vez se cercioró de que estaba sola, pasó tres veces por la pared adecuada con la idea de lo que quería en mente.

La puerta apareció delante de ella. Volvió a aseverar que no había ningún alumno curioso y entró. La inmensa Sala de los Objetos Ocultos se extendía ante sus propias narices.

- ¿Draco?

Cualquier persona sería capaz de perderse aquí. Se podría emplear una vida entera en revisar estos objetos y no daría tiempo a verlos todos.

- Por aquí.

Dayana siguió la voz hasta que un par de minutos más tarde dio con el rubio, quien admiraba puede que con sorpresa, con temor, o con ambas, el Armario Evanescente. Llegó hasta su lado y también pasó su vista por este, tratando de analizar cada uno de los detalles. Era idéntico al de Borgin y Burkes, tan solo le faltaba funcionar.

- ¿Y bien? - cuestionó la castaña. - ¿Por dónde empezamos?

*

Los días se convirtieron en semanas; semanas que emplearon en reparar ese dichoso armario. Draco era quien hacía todo el trabajo puesto que esa era su misión y había insistido en que debía hacerlo solo. Dayana solía hacerle compañía, ayudarle en ocasiones y darle consejos o sugerencias.

Nada parecía dar resultado.

Por más que el rubio lo intentara, siempre salía desquiciado. Ni si quiera la voz de la chica asegurándole que tomaría tiempo pero finalmente lo lograría conseguía calmarlo. Para mayor presión estaba Dumbledore, cuyo plan mortal aún no se había puesto en marcha.

Destinada | Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora