CAPÍTULO 37. CUANDO LLEGÓ LA PAZ.

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El Gran Comedor se llenó de vida otra vez, lo que resultaba irónico teniendo en cuenta que el acecho de la muerte había desaparecido hacía poco tiempo. Todos estaban cansados y adoloridos, pero tenían fuerzas para sentarse, apoyarse unos a otros y sonreír. Haber derrotado a Voldemort era más que motivo suficiente de celebración.

Numerosas enfermeras se movían de lado a lado ayudando a sanar heridas superficiales. Todo estaba hecho un desastre, pero de eso se encargarían más tarde.

Dayana observaba a Luna y a Neville, uno sentado al lado del otro en silencio, pero sonriendo. La química era palpable. Al otro lado de la sala, Pansy escondía su rostro en el cuello de Blaise mientras que este hacía suaves caricias en la palma de su mano.

Los Weasley se habían reunido de nuevo, unos apoyados encima de otros, hablando satisfechos de la victoria, pero sin olvidar el luto que arrastraban. Los Slytherins, quizás por primera vez en mucho tiempo, se habían mezclado con el resto de alumnos y charlaban animados de diferentes temas.

- Bien hecho, Dayana. – le dijo Seamus al pasar por delante.

- Bien hecho. – repitió Katie Bell. Dean Thomas, que también iba con ellos, le sonrió amistosamente y ella les devolvió la sonrisa a los tres.

A unos cuantos metros, los suficientes como para que ella no pudiera escuchar la conversación, los Malfoy habían vuelto a reunirse. Narcissa había abrazado a su hijo tan solo por unos instantes, y luego Lucius colocó su mano sobre el hombro de Draco afectuosamente. Los dos se retiraron hacia una de las bancadas más retiradas del Gran Comedor y Draco regresó hacia Dayana.

El rubio llevaba la corbata suelta, unos cuantos botones de la camisa desabrochados y el pelo antes repeinado y liso ahora lo llevaba alborotado e incluso algo ondulado. Al llegar hasta su chica, apoyó las manos sobre sus rodillas y depositó un beso sobre sus labios. Seguidamente se sentó a su lado y ella apoyó la cabeza sobre su hombro.

- En menudo bando hemos acabado.

- Y que lo digas. – rio Dayana. Los profesores se habían mezclado con los alumnos, integrándose en sus conversaciones o relatando historietas que les hacían reír. Incluso McGonagall sonreía. – ¿Y ahora qué?

- Ahora somos libres. – aclaró el rubio. 

- ¿Y ya está?

- ¿Qué más quieres?

- No, nada. – masculló.

Goyle dialogaba con unos cuantos alumnos de Hufflepuff y Ravenclaw con los que Draco dudaba que hubiese hablado antes. Después de la batalla, se había acercado hasta el rubio para estrechar su mano.

- Ahora tendremos tiempo.

- ¿Para qué? – cuestionó Draco.

- Para todo lo que dijimos hacer cuando la situación se calmara.

El chico asintió y suspiró, casi incrédulo de que fuera así.

- Tenemos todo el tiempo del mundo.

*

Se requería un exhaustivo trabajo para devolver a Hogwarts a su estado original; por suerte, de eso debían encargarse los profesores, padres y alumnos voluntarios. Lo mismo ocurría con el resto del mundo mágico, pues eran numerosos los destrozos que habían causado Voldemort y los mortífagos. Se necesitaría tiempo para volver a la normalidad, pero podría conseguirse.

El Ministerio de Magia había tomado la delantera, tratando de eliminar, encarcelar y hacer pagar cuanto antes fuera posible a los seguidores de Voldemort y afiliados por los delitos que habían causado.

Destinada | Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora