CAPÍTULO 39. CONFESIONES.

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Después de la guerra, cuando Hogwarts quedó arrasado, era difícil creer que podría recuperarse. Sin embargo, así había sido. En septiembre volvió a abrir sus puertas a una nueva generación de magos y brujas, así como a todos ellos que comenzaban un nuevo año sin el temor de presencias malignas.

Dayana llegó al colegio una semana después de que las clases hubieran empezado. Casi con nostalgia, paseó por los pasillos aprovechando que muchos alumnos estaban en clases. Sin embargo, pronto fue descubierta por la profesora McGonagall.

- Henderson. – la llamó sobresaltándola justo en el momento en el que iba a subir a la torre de Astronomía. – ¿Qué hace aquí?

- Perdón, profesora McGonagall, quería volver a ver el colegio una vez más.

- ¿Y no has pensado en comunicármelo antes de tomarte la libertad de hacer una visita?

Ella se encogió de hombros y bajó la cabeza.

- Lo lamento.

- Acompáñeme a mi despacho.

Caminaron por el colegio dando un buen rodeo, tal vez porque esa mujer quería concederle el continuar con su recorrido de pasillos antes de pedirle amablemente que se marchara. Cuando abrió la estatua tras la que se escondía el despacho de Dumbledore, Dayana cayó en la cuenta de que debería haberla llamado directora McGonagall en lugar de profesora.

- ¿Cómo le han ido estos meses?

- Bien, bastante bien. – asintió mientras la mujer se sentaba en la silla tras su escritorio. – Nos estamos recuperando como todos, supongo.

- ¿Todavía sigue instalada en la Mansión Malfoy?

- Sí, así es.

- ¿Y cómo le va al señorito Malfoy?

- También está bien. Nos apoyamos el uno al otro.

Minerva asintió complacida y se subió las gafas. Ella también recibió una carta de agradecimiento después del juicio de Dayana.

- ¿Y qué piensan hacer ahora que ya han terminado los estudios?

- Buena pregunta. – suspiró la chica. – Supongo que buscaremos trabajo. Todavía no hemos pensado en ello. Queremos disfrutar un poco antes de regresar al mundo real.

- Pensaba que habría regresado al colegio para solicitar un puesto como profesora. – comentó McGonagall enarcando una ceja. – Todavía quedan algunas plazas vacantes en las que podría encajar una alumna brillante.

- ¿Yo? ¿Cómo profesora?

La pregunta le pilló tan por sorpresa que no pudo hacer otra cosa más que pestañear y arrugar el entrecejo, confusa.

- Sinceramente, nunca lo habría pensado.

- Tan solo es una oferta, señorita Henderson. Tiene tiempo para pensárselo. – estableció. – Y la siguiente vez que vaya a acercarse a Hogwarts, acuérdese de avisarme con anterioridad.

- Está bien, lo haré. – asintió Dayana. – Es un placer volver a verla.

- Lo mismo digo. – respondió. – ¿Querías algo más?

- Bueno... últimamente llevo algo en mente... – masculló dubitativa. – ¿Se acuerda de Dumbledore con frecuencia?

La mujer apoyó sus manos sobre el escritorio con rectitud y se mantuvo en silencio durante varios segundos.

- Todos los días y numerosas veces. – contestó. – ¿Por qué lo pregunta?

- ¿Cree que me culpe de lo ocurrido?

Destinada | Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora