CAPÍTULO 27. ALGO DETESTABLE.

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Tan solo Lucius y Dayana regresaron a la mansión. No tenían ni idea de dónde estaba Bellatrix ni les importaba realmente. Narcissa todavía los esperaba en el salón, con la varita al lado por si algo pudiera ir mal.

- Buenas noches. - pronunció Dayana antes de dirigirse hacia su dormitorio.

Todavía desde las escaleras, escuchó la voz de Lucius:

- Es buena en esto. - le decía a su mujer.

Entró en el dormitorio de Draco y lo encontró sentado en el alféizar de la ventana, observando el exterior. Debería haberla visto llegar con su padre.

- ¿Cómo ha ido?

- Bien.

Dayana se quitó el vestido en silencio y se colocó el pijama. La escasa luz que entraba por la ventana era lo único que los alumbraba. Draco seguía fijo en el exterior sin prestarle atención hasta que escuchó el ruido del colchón cuando ella se sentó encima.

El chico se acercó hasta quedarse al lado de la cama, observándola. Ambos se mantenían la mirada, serios. Draco descolgó lo que llevaba en las manos, el collar de Dayana, con el que había estado jugueteando desde que se había marchado.

- Toma.

Ella recordaba haberlo dejado dentro de un cajón antes de marcharse, pero no esperaba que el rubio lo encontrase. Desde que se lo había regalado, no se lo había quitado ni un solo día, hasta esa noche. Dayana extendió la mano y él lo dejó caer sobre esta. La chica se lo colocó con facilidad y se metió en la cama igual que Draco.

Esa noche, ambos se dieron la espalda.

*

Dayana Henderson había logrado hacer de su vida de mortífaga una rutina. Sabía que debía entrenar, acatar las órdenes de Voldemort y nunca dudar; cualquier mínimo de duda o de desobediencia lograba que hasta el más fiel seguidor de Voldemort recibiera un Crucio por parte de su maestro.

El sótano había sido transformado en una prisión donde los que eran encerrados sufrían un duro destino. Las torturas eran habituales, de todas formas, solo eran sangre sucias, magos contrarios al pensamiento de Voldemort, o afiliados a él que lo había decepcionado. Todos y cada uno de ellos se lo merecían.

La primera vez que le ordenaron a Dayana torturar, fue a un carroñero de mediana edad. No lo conocía en absoluto y aun así le costó lanzar el primer hechizo. Bellatrix le supervisaba y negarse no era una opción factible. Tras esa vez, después de ver y sentir cómo el cuerpo de aquel hombre se retorcía de dolor a sus pies, todo se hizo más fácil.


- ¿Estás bien?

Draco se arreglaba la chaqueta de su traje negro frente al espejo, tratando de estar impoluto de pies a cabeza.

- Sí. - afirmó el chico.

La relación que tenían no es que se hubiese debilitado, sino que estaba estancada. A penas hablaban ni pasaban tiempo juntos. Dayana siempre estaba ocupada de misión en misión, y el humor que tenía durante el día no era para nada amistoso.

La chica se acercó hasta él y lo cogió por la corbata. Draco la observó en silencio mientras ella trataba de hacer un nudo perfecto, lo cual consiguió en tan solo un par de minutos. La ajustó a su cuello y suspiró, dejó una mano sobre el pecho del rubio y levantó los ojos para mirarle. Parecía tan tranquila mientras que él a penas podía controlar los nervios.

- Solo es una reunión. - susurró ella.

- Lo sé.

Draco trató de alejarse mas ella lo cogió por la mano, impidiéndoselo. Volvió a acercarse hacia él y besó sus labios con lentitud. El chico se quedó inmóvil, luego le devolvió el beso por unos segundos y después se alejó repentinamente. Avanzó hasta la puerta y se marchó.

Destinada | Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora