CAPÍTULO 16. LOS WEASLEY

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Recuerdo #2 - Verano del Quinto Curso

Dayana apareció en la chimenea de la casa. Tosió por el hollín y se frotó los ojos en un intento por ver algo y salir de aquel hueco.

- ¿Necesitas ayuda?

- Fred. – murmuró. Con la visión aún un poco borrosa, aceptó la mano que le tendía y salió de la chimenea. – Gracias.

- Bienvenida a la Madriguera.


La casa de los Weasley era acogedora en el interior y una estructura muy inestable desde el exterior. Aun así, fue muy bien recibida por todos. Lo más divertido fue ver las numerosas miradas de sospecha por parte de Ron, Ginny y George cuando Fred presentó a Dayana a sus padres como una "amiga".

Tan solo estuvo una semana allí, pero los señores Weasley la aceptaron como una más de la familia sin ningún reparo. Era conmovedor ver como una familia tan grande y que tenía tan poco te acogía sin si quiera conocerte.

- Así que os vais de viaje los dos. – comentó Arthur durante la cena.

- Así es. – sonrió Dayana. – A Francia.

- ¿Tienes allí familia? – le preguntó Molly.

- No, pero siempre me ha entusiasmado ir.

- Lo que no sé es de dónde ha sacado Fred el dinero para ir. – comentó George. – Estamos sin blanca, hermanito. Si tienes fondos, deberías guardarlos para nuestra futura tienda.

Sus padres no estaban realmente contentos con que sus dos hijos abandonaran los estudios para abrir una tienda de bromas, pero tampoco podían detenerlos.

- Sí, bueno, eso debo agradecérselo a Dayana. – comentó. – Ella lo ha pagado casi todo.

- ¿Qué? – cuestionó Molly, con una mezcla entre enfado y sorpresa.

- Que generosa. – comentó Ginny. – Debe gustarte mucho mi hermano.

Dayana se sonrojó y bajó la vista avergonzada.

- Fred se ha portado muy bien conmigo. Es lo mínimo que puedo hacer por él.

- ¿Y tus padres están conformes con esa decisión? – una patada bajo la mesa hizo que la última palabra de Arthur sonara atragantada. Al momento abrió los ojos alarmado de lo que había dicho. – Lo lamento. No lo recordaba.

- ¿Cómo murieron?

- ¡Ron! – le reprendieron Fred y su madre al unísono, aunque este no pareció mostrarse culpable. Al fin y al cabo, era una pregunta normal desde su punto de vista.

- No importa. Fue en un accidente, Ron, hace muchos años. – respondió con total normalidad. – Yo no tendría más de tres años.

- No me suena ningún accidente mortal de magos en esos años y mira que estoy atento en el Ministerio. – comentó Arthur pensativo. – ¿Cuál era tu apellido, Dayana?

- Henderson.

Arthur tardó varios segundos en asentir y miró a su esposa casi imperceptiblemente, quien también parecía sorprendida por la respuesta.

*

Fred y ella pasaron tres encantadoras semanas en Francia. La mayor parte de los días se acomodaron en París, aunque también visitaron numerosos pueblecitos con un aire más rural y tranquilo que la ajetreada ciudad.

Dayana observaba la calle desde el balcón, enrollada tan solo con una sábana y la mirada enternecida. Le gustaba esa ciudad y ese momento. Si le hubieran enseñado un hechizo en Hogwarts para detener el tiempo, lo utilizaría.

Después de que a principios de quinto curso le dijera a Cormac que no quería nada más con él, el chico pareció no tomárselo bien, nada bien. En un tono para nada amigable le exigió razones por las que osaría dejarle aunque nunca hubieran empezado nada serio. En esos momentos apareció Fred, disolvió el enfrentamiento y le sugirió a McLaggen que aprendiera a superar que una chica pasara de él.

En un primer momento, Dayana se enfadó, alegando que no necesitaba la ayuda de nadie para salir de aquella discusión, pero la confianza que le transmitió Fred disuadió su primer pensamiento. El chico Weasley no parecía haber intervenido por ella por nada en especial, tan solo por buena voluntad.

Desde ese momento comenzaron a hablar casi a diario. No había mantenido mucho contacto con ningún Weasley durante su estancia en Hogwarts, pero estaba al tanto de las increíbles bromas y travesuras que gastaban los gemelos.

Estar con él hizo que descubriera la parte más mágica de Hogwarts; lejos de enfados, celos y prejuicios; lejos de la necesidad de ser mejor que el resto o de alejarse de todos. Compartieron su primer beso en los vestuarios cuando se acercó para felicitarle después de un partido contra Hufflepuff.

Lo mismo ocurrió cuando se escaparon en medio de la noche y Fred le enseñó la Sala de los Menesteres. Umbridge todavía no tenía tanto poder en el colegio y resultaba excitante arriesgarse a un castigo.

Esa noche, disfrutando de tener a solas todo el tiempo del mundo, se acostaron. No era la primera vez para él, pero sí para ella y Fred fue sin duda perfecto. ¿Qué pegas podía sacarle? Era divertido, inteligente, amable, guapo, pícaro y más lujurioso de lo que podría haber pensado en un primer momento.

Por eso mismo tuvo que cortar con él después de las Navidades, cuando le dieron la maldita noticia sobre su iniciación. No quería hacerle daño, pero tampoco podía explicarle por qué quería romper. Fred se lo tomó mal, realmente mal, pero jamás le guardó ningún rencor. En el fondo sabía que el motivo de esa ruptura era importante, aunque quizás no se imaginara cuánto.

Si todo hubiera seguido su cauce, era posible que hubiera podido enamorarse de él. Quizás ya lo estuviera, pero el destino no los quería juntos.

- Van a verte los vecinos. – la voz de Fred llegó desde el dormitorio, sacándola de sus recuerdos.

- Estamos en el piso más alto. Dudo que miren hacia tan arriba.

La chica regresó al interior y se sentó en la cama a su lado, agachándose para depositar un suave beso sobre sus labios. Fred sonrió y volvió a desperezarse. Su pelo pelirrojo estaba revuelto por la almohada.

- ¿Cómo haces para despertarte tan pronto?

- Quiero aprovechar hasta el primer momento del día.

Fred buscó la mano de ella y enredó sus dedos con los suyos. Le hizo un hueco en la cama y ella se acostó a su lado.

- Tenemos todos los días del mundo. – susurró a la vez que acariciaba su mejilla con delicadeza.

- Es nuestro último día aquí. – rechistó Dayana.

- No me refiero a eso. Podemos seguir juntos después.

Dayana sonrió con tristeza.

- No, no podemos.

- ¿Por qué no aceptas que te quie...?

El dedo de Dayana sobre los labios de Fred le impidió terminar la frase.

- No lo digas.

Fred suspiró y la apretó más a él, abrazándola. Cerró los ojos y escondió su rostro en su cuello, disfrutando de su aroma.

- Quizás algún día pueda salir bien lo nuestro. – susurró.

- Sí, quizás algún día. – aceptó ella.  

Destinada | Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora