CAPÍTULO 11. ALBUS DUMBLEDORE.

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Recuerdo #1 - Segundo año.

Fawkes estaba envejeciendo demasiado rápido, lo único que la consolaba era saber que resucitaría de sus cenizas y podría volver a acariciarlo cuando eso ocurriera.

- ¿Estás entendiendo el libro que te he dejado o tan solo jugueteas con Fawkes?

Dumbledore dejó de observar los retratos parlantes de su pared y se acercó hacia ella con tranquilidad, con las manos en la espalda.

- Por supuesto, director Dumbledore. - afirmó. - Ya lo he terminado. No es tan complicado.

- Lo es, Dayana, pero tienes una mente brillante.

La chica sonrió y cerró el pesado libro. El eco resonó por el despacho con suavidad.

- ¿Has vuelto a pensar en tus padres hoy?

- No creo que nunca deje de pensar en ellos. - masculló encogiéndose de hombros.

- No deseo que olvides a tus padres, pero eso no significa que sus creencias deban regresar a ti cada vez que los recuerdes.

- Si los recuerdo, cada vez me costará más distinguir el bien del mal.

Dumbledore sonrió levemente.

- Tengo plena confianza en que lo harás bien. - afirmó. - ¿No es cierto que en Ravenclaw hay hijos de muggles y mestizos?

- Sí, claro que los hay.

- ¿Todavía los consideras como inferiores?

- ¡Por supuesto que no! - se apresuró a decir.

- ¿Qué es lo que te impide relacionarte con ellos entonces?

Dayana suspiró y se recostó sobre la mesa, desanimada. Llevaba ya año y medio dando la mayoría de las clases personalmente con Dumbledore o recuperándolas con el resto de profesores en privado. Sus padres, muy fieles a las creencias de Lord Voldemort, la habían educado para odiar a muchos de sus compañeros.

Se detestaba por recordar las muy variadas frases que le habían repetido una y otra vez en contra de aquellos de sangre impura; pero también le martirizaba pensar en la deshonra que sería actualmente para ellos si siguieran vivos.

- Mi cabeza es un caos. No puedo controlar mis emociones. Estallo en vuelta en odio por nada.

- Es cierto lo que dicen de que el tiempo es sabio y que lo cura todo. Conforme más aprendas, más desarrollarás tus propias formas de valorar a la gente, sean las que sean. Tan solo tú puedes decidir hacia qué lado se inclinan.

- Jamás me decantaría por el lado del Señor Oscuro.

- Lo sé, Dayana. Lo sé.

La chica sonrió y se levantó de la silla. Ya llevaba muchas horas molestando a Dumbledore en su propio despacho; ahora debería darse una ducha y acudir a tiempo a la cena.

- Muchas gracias de nuevo, director. - murmuró al pasar por su lado.

Cada una de las charlas que tenía con él le abrían un poco más el corazón y su mente se volvía más clara. Si un gran hombre como Dumbledore tenía fe en ella sin apenas conocerla, entonces debía estar a la altura.

- Por cierto, me he enterado de que has tenido una pequeña disputa con el joven Malfoy.

- ¿Cómo lo sabe?

- No sería buen director si no me enterase de los problemas de mis alumnos.

Tres días atrás, cuando el rubio se enfrentó en duelo contra Harry Potter, sintió que no podía controlar más su rabia. No odiaba a los sangre sucias, sino a los sangre limpia, a los que se creían superiores que el resto. Draco Malfoy era el claro reflejo del narcisismo y desdén propio de esas familias.

Quizás su familia fuera como la de él, pero ella no lo sería.

- Lo lamento. Fui una inconsciente. - se lamentó. - Aunque se lo merecía. Es cruel con todo el mundo. Se creé que es invencible e inalcanzable y debía demostrarle lo contrario.

- Nunca es bueno tomarse la justicia por tu propia mano, Dayana, mucho menos cuando no sabes la historia que hay detrás.

- ¿Qué historia?

Dumbledore bajó las escaleras desde su mesa y se acercó un poco más a la entrada del despacho.

- ¿Conoces a Draco? ¿Has hablado alguna vez con él?

- No.

- ¿Y a su familia? ¿Cómo son? ¿Cuáles son sus creencias?

- Tampoco, pero sé que no son buenas personas. El apellido Malfoy está manchado, todos lo saben.

- Pero Draco no es solo un apellido, es una persona. - rebatió. - ¿Cómo sabes que el mismo conflicto mental que tienes no lo está viviendo él? ¿Cómo sabes si a él tampoco le es fácil luchar contra los principios que le han inculcado?

Henderson apretó los puños con nerviosismo y miró al suelo.

- No lo había pensado así.

- Hay que conocer a una persona para poder comprenderla. Si no, siguen siendo prejuicios, como los que tan arraigados tenían tus padres.

- Ya le he dicho, señor, que no me es sencillo controlar el odio. Esa tarde estallé sin poder hacer nada para reprimirme.

- El odio que sientes será tu peor enemigo. Trata de sacarlo de tu corazón con todas tus fuerzas y tus pensamientos se esclarecerán. - sugirió. - Recuerda siempre que no importa lo que uno es por nacimiento, sino lo que es por sí mismo.

Destinada | Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora