CAPÍTULO 3. EXQUISITA.

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Tercer año

El verano de Draco no estaba nada mal. Podía practicar con su escoba todo el tiempo que quisiera, ver a sus amigos y pasar las tardes en el Callejón Diagon de una tienda a otra gastando el dinero que les daban. Si no, también estaba la alternativa de quedar en casa de uno de ellos; al fin y al cabo, todos vivían o en mansiones o en casas enormes.

Lo peor de todo eran las mañanas. Su padre le obligaba a estudiar durante al menos dos horas seguidas, sin distracción alguna. Quizás no pudiera hacer magia fuera de Hogwarts, pero su padre quería que cuando volviera su dominio de cada hechizo sorprendiera al resto de sus compañeros.

Ese día, Pansy y Daphne habían insistido en entrar a mirar una tienda de joyas, arrastrando con ellas a Blaise y a Draco. Después de media hora en la que las chicas no habían parado de probarse pendientes y pulseras de todos tipos y colores, estaban exasperados.

Con la intención de matar el tiempo, el rubio se levantó para echar un ojo a las diversas sortijas expuestas por la tienda. Quizás no supiera muy bien cuáles eran más bonitas o cuales más sofisticadas, para él tan solo eran piedras preciosas con un precio demasiado alto.

Sobre un maniquí sin cuerpo encontró un collar que llamó su atención. Una preciosa piedra azul destacaba en el centro del collar. Rodeándola, había un óvalo de plata con dibujos triviales. Era preciosa. Ese azul le recordó al propio del emblema de Ravenclaw, y de inmediato cierta chica volvió a su mente. Ni si quiera se había acordado de ella, no quería acordarse ahora.

- Repíteme otra vez por qué salimos con esas dos chismosas. - se quejó Blaise a su lado, sacándole de su ensoñación.

- Porque nuestros padres son amigos. - bufó. - Y no quieres enfrentarte a la ira de la señora Parkinson.


Esa misma noche, durante la cena, Draco decidió armarse de valor para preguntar algo que lo mantenía en vilo más de lo que le gustaría.

- ¿Os suena de algo el apellido Henderson?

La mesa ya estaba en silencio y así permaneció durante unos segundos más, con la diferencia de que esta vez sus padres le prestaban atención.

- Solo conozco a una familia Henderson. - masculló su madre. - ¿Dónde lo has oído?

- Por el colegio. - se excusó, tratando de no dar muchos detalles. - Una chica de mi año se apellida así.

- Una desgracia lo que les pasó a los padres. - meditó Lucius. - Su familia tenía que mantener el honor del apellido.

- ¿Qué les ocurrió?

- La niña fue seleccionada para Ravenclaw en lugar de Slytherin, donde sus padres hubiesen deseado. - respondió. - De seguir vivos, sería una deshonra para ellos.

Draco tragó grueso ante la crudeza de las palabras de su padre. El primer año tenía claro que entraría a Slytherin, esa casa estaba hecha para él y el Sombrero Seleccionador ni lo dudó. Si por algún extraño casual hubiera sido elegido para otra casa, no quería ni pensar en lo que Lucius le hubiera hecho.

- ¿Entonces su sangre es limpia?

No le sorprendía que los padres de Dayana estuvieran muertos; Pansy también se lo había contado. Otro rumor del que se había enterado.

- Su linaje es exquisito, se podría decir. - apuntó Narcissa.

- ¿Mejor que el nuestro?

La débil armonía que había en la mesa desapareció con esas últimas palabras. Por supuesto, Draco se arrepintió al momento de haberlas dicho. Lucius dejó cautelosamente el tenedor sobre la servilleta y dedicó una frívola mirada a su hijo.

Destinada | Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora