CAPÍTULO 17. EL VERDADERO PELIGRO.

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Narcissa se despidió de Draco y de Dayana antes de entrar a la propia estación. No quería causar murmullos entre los padres después de medio verano saliendo en los titulares debido a Lucius y a Azkaban.

Draco entró primero tras separarse de un fuerte abrazo de su madre y asintió en dirección a Dayana. Habían acordado entrar por separado, tratar de que no los relacionaran ni llamar la atención. Les costaría mantenerse incomunicados después de pasar tantos días unidos, pero sería lo mejor para ambos.

- Sé que el Señor Oscuro también te ha encomendado una misión. – masculló Narcissa. Estaban resguardadas lejos de ojos indiscretos. – No soy tu madre como para protegerte igual que a Draco, pero espero que seas sensata; que los dos lo seáis.

- Lo seremos. – afirmó la chica. – Me encargaré de que así sea.

- Recuerda la importancia de mantener la mente fría. Jamás pierdas la compostura.

Quizás lo que esa mujer quería era que Dayana fuese como ella, aunque ser tan fría y soberbia como Narcissa era demasiado complicado.

Henderson buscó un compartimento vacío en el que pasar el viaje tranquila, a solas con sus malditos pensamientos que comenzaron a fluir en cuanto el tren arrancó. A pesar de que no llevaba el resto del uniforme, sí la camisa. ¿Cómo haría ahora para cambiarse en su dormitorio? ¿Cómo podría ocultar tan bien la marca?

- Maldición. La reunión. – masculló Dayana. Tanto ella como Draco seguían siendo prefectos de sus respectivas casas, aunque el rubio ya había dejado claro que no pensaba asistir a la reunión que se llevaba acabo durante el trayecto de Hogwarts.

Hizo el amago de levantarse, pero al instante volvió a sentarse, seria, observando a través del cristal. ¿Qué importaba ya todo? ¿Qué más daba que fuera prefecta o no? Era una mortífaga y conspiraba contra Hogwarts, ¿cómo iba a preocuparse por esas memeces? Se inventaría una excusa, como que se había quedado dormida. Al fin y al cabo, tampoco debería ser demasiado importante.

Cuando el expreso de Hogwarts se detuvo ya había oscurecido. Dayana esperó a que la mayoría de alumnos bajaran y ella lo hizo después. No muy lejos, vio a Zabini, Crabbe, Goyle y Pansy alejarse por el andén. No había rastro de Draco.

Por si acaso hubiese ocurrido algo o se hubiera rezagado, decidió esperar hasta que todo quedó vacío. Era extraño, bastante. Quizás se hubiera adelantado al resto de slytherins. Cuando se decidió a alcanzar a los alumnos, las persianas de todos los compartimentos se bajaron al mismo tiempo. Todavía quedaba alguien adentro.

- ¿Draco? – preguntó recelosa al aventurarse por los vagones. – ¿Draco?

La única puerta cerrada llamó su atención. Ni si quiera le hizo falta pronunciar alohomora antes de que se abriera.

- ¿Qué haces aquí? – cuestionó el rubio al otro lado.

- Me he preocupado al no verte salir. – respondió. – ¿Todo bien? – añadió, tratando de ver si quedaba alguien más con él.

- Sí. – masculló, pero podía notar el enfado que lo corroía. Retrocedió unos pasos e hizo el amago de levantar algo, revelando a Harry petrificado en el suelo. – Justamente estaba diciéndole a Potter que no es bueno escuchar conversaciones ajenas.

- ¿Has dicho algo que...?

- No.

Dayana asintió más tranquila. Sería el fin si descubrían el secreto que ocultaban sin si quiera haber puesto un pie en el castillo.

- Adelántate. No he terminado aquí.

- Te espero.

- No. – le prohibió y bajó más la voz. – Si no te está viendo es porque su cabezón de piedra apunta hacia el techo, pero nos está escuchando. No quiero que te asocien conmigo, mucho menos él.

Destinada | Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora