CAPÍTULO 35. REDENCIÓN.

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Amycus Carrow se revolvió en el suelo, confuso. Para ese entonces el llanto de Dayana ya había cesado, pero seguía teniendo el rostro cubierto de lágrimas. Le había cerrado los ojos a Fred y ahora se limitaba a observar su rostro, como si solo estuviera dormido y esperara verlo despertar.

Percy, quien había permanecido inmóvil en su sitio mientras todo ocurría, ya se había acercado a su hermano pequeño y ahora lloraba en silencio con su mano entrelazada con la de él.

El ruido de Amycus levantándose hizo ponerse a todos alerta, pero Dayana fue quien sacó la varita primero.

- Es mío. – espetó. El hermano Carrow observó, todavía algo aturdido, el rostro de la chica que esperaba de pie delante suyo. Veía sus ojos rojizos e hinchados, lo que le pareció divertido. Ella ni si quiera le dio tiempo a pronunciar una sola palabra. – Crucio.

Dayana observaba con sadismo como el hombre se retorcía en el suelo. No tenía intención de detenerse; esperaría a que su dolor fuera tal que le pidiera clemencia, y cuando ella se la negara, continuaría hasta que él mismo le suplicara que lo matase.

Había asesinado a Greyback, a Alecto y ahora le mataría a él. Un poder sinigual fluía por sus venas. Se sentía poderosa, grandiosa. Tenía más y más sed de venganza, el odio la corroía y causar dolor era la única forma de librarse de todo eso.

- ¡Para! – le gritó Luna interponiéndose entre Dayana y su objetivo, por lo que el ataque se cortó. – ¿No ves que vas a llevarlo a la locura?

- Se lo merece. No pienso concederle una muerte fácil. – gruñó la castaña. – Y ahora apártate si no quieres recibir tú el hechizo.

La voz de la chica sonaba amenazante y fiera, pero no bastó para que Luna se apartara, sino que se mantuvo más firme incluso.

- Esto es lo que hacen ellos, no nosotros. – añadió. – El Equipo Dumbledore no está formado por asesinos ni torturadores. No es eso lo que nos han enseñado en Hogwarts. No es eso lo que el director transmitía.

El nombre de Dumbledore le hizo bajar la varita. Ese hombre se lo había dicho desde muy pequeña, le había advertido que el odio sería su peor enemigo y había acertado. No podía dejar que el odio la consumiera, debía hacerlo al menos por él.

Fred odiaría que se convirtiera en una asesina y Dumbledore se avergonzaría al verla actuar de esa forma. Que hubiesen muerto no significaba que fuesen olvidados. Dayana había creído que con la muerte de Fred su parte más buena también había muerto, pero se equivocaba. Con más razón debía ahora preservarla, para no olvidar jamás lo que él le aportaba.

Durante mucho tiempo se había aferrado al dolor, al odio y a la soledad; y ahora sentía más dolor y odio que nunca, pero no tenía por qué seguir viviéndolo sola. Sus amigos, como Luna, y otros que a penas la conocían, como Seamus, Parvati o Dean, la habían perdonado. Fred siempre la perdonó. Tal vez el mundo pudiera hacer lo mismo.

- Debemos volver con los demás. – masculló Dean Thomas con el cuerpo de Fred sobre sus brazos. Percy avanzaba pegado a él. – Tenemos que llevarle con su familia.

Todos se reunieron en el Gran Comedor. Los mortífagos se habían retirado tras la orden de Voldemort y todos los supervivientes, aunque malheridos, se dedicaban a transportar los cuerpos de los fallecidos. La mayoría eran estudiantes con los que los mortífagos no habían tenido piedad.

Los Weasley estaban al fondo del Comedor, esperando a reunirse todos. Cuando vieron el cuerpo de Fred a lo lejos, cualquiera que los observara pudo ver cómo se les partía el corazón en pedazos.

George corrió hasta su hermano y con la ayuda de Dean lo apoyaron en el suelo sobre una de las camillas libres que habían improvisado para las víctimas. Se lanzó al cuerpo de su hermano, zarandeándole como si creyese que fuera una broma al mismo tiempo que se ahogaba entre sus sollozos.

Destinada | Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora