CAPÍTULO 25. CRUCIO.

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Permanecían en la cama, en silencio, disfrutando tan solo del calor y la compañía que aportaba el otro. Se alegraban de haber tenido un día para recomponerse después de todo lo ocurrido, aunque ponían en duda que alguna vez pudieran recuperarse completamente de ello.

- Cuando invadí tu mente, - comenzó Draco. - pude sentir todo lo que tú sentías.

Dayana no respondió. No le gustaba recordar que su intimidad había sido violada.

- Ibas a acabar con tu vida antes que servirle a Él.

- Eso ya no importa. Ahora estoy aquí, haciendo lo que un día prometí jamás hacer.

Una parte del rubio se culpaba por ser el motivo por el que ella estuviese pasando este clavario, pero no podía arrepentirse del todo. Es decir, no estaba muerta porque había encontrado en Draco un motivo para quedarse. Como las frases más poéticas narran, a todo se le puede encontrar un remedio, menos a la muerte.

- Desde ese día llevo queriendo decirte que si te adentraras en mi mente encontrarías lo mismo. - añadió, retomando el tema principal. - Siento... algo por ti que es muy fuerte. Ni si quiera sé cuánto.

Dayana sonrió y besó su pecho con el cariño impreso en los labios.

- Me quieres, Draco Malfoy.

- Y tú a mí. - añadió. Al momento la apartó de encima suyo y se levantó de la cama, paseándose tan solo en boxers hasta los cajones de su escritorio. Cuando regresó a la cama, llevaba una cajita entre las manos. - Lo compré hace años. Lo vi en una tienda y me recordó a ti. Nunca tuve el valor de dártelo, me sentía un estúpido por haberlo cogido.

El rubio abrió la caja y le mostró un collar sencillo que acababa en una piedra de un azul oscuro. Era el que había visto en la tienda de joyas cuando solo era un niño y le había sido imposible no comprarla. Aun así, hasta este momento, se había negado a entregársela.

Dayana la sacó de la caja con delicadeza y la observó perpleja.

- Draco... es preciosa.

El chico volvió a cerrar la caja y la dejó en el suelo, al lado de la cama. Después de cuatro años, ese colgante por fin dejaba de estar escondido en su cajón.

Ella se apartó el pelo delicadamente y le cedió el collar invitándole a que se lo pusiera y este así lo hizo. La chica lo observó y sonrió. Quizás, por más veces que se lo negara a sí misma y después de todo lo que había ocurrido, sí que pudiera ser feliz, más feliz que nunca.

Ojalá hubiera podido durarle más ese pensamiento.


A la mañana siguiente, cerca del mediodía, Bellatrix entró estridentemente en la casa.

- ¡Cissy! ¡Avisa a los chicos! - gritó. No hizo falta que Narcissa lo hiciera puesto que su voz resonó por toda la casa. - ¡El Señor Tenebroso está en camino!

Narcissa, Dayana y Draco esperaron pacientemente en el salón mientras que su tía daba vueltas de un lado a otro con nerviosismo, entusiasmada de que su Lord viniera a verlos. Él apareció en la entrada como una sombra negra y Nídel, quien llevaba una buen rato esperando, le abrió la puerta.

- Mi señor. - exclamó Bella arrodillándose al verlo entrar por el salón. Voldemort pasó por su lado y acarició su cabeza durante unos instantes antes de dirigirse hacia el resto de la familia, quienes hicieron una reverencia con la cabeza al verlo.

- Draco, Dayana. - comentó. - Podéis sentaros.

Narcissa fue la única que se quedó en pie.

Destinada | Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora