Después de aquella discusión, Draco destrozó su cuarto hasta que cualquier rastro de enfado desapareció. Salió un momento al baño para lavarse la cara y a lo que regresó volvía a estar todo ordenado. Seguramente lo habría hecho uno de los elfos.
Sus pensamientos eran un caos. Ya tenía suficiente en lo que pensar con esa maldita marca como para aumentar sus quebraderos de cabeza. No podía imaginarse a Dayana con Fred Weasley; le entraban deseos asesinos con tan solo imaginarse que el mismo mes que estaba pasando con él, también lo había pasado con el pobretón, en Francia y por gusto; no por obligación.
Era complicado plantearse qué significaba ella para él, odiaba hacerlo. La mínima creencia de que podía depender de ella emocionalmente le aterraba. Él no era así, no podía necesitar a nadie, mucho menos ahora. Además, ella tampoco lo necesitaba a él. Si jamás lo hubiese conocido, quizás su futuro habría sido distinto.
Cuando cayó la noche y la mansión quedó en penumbra y silencio a pesar de que no solía haber mucho ruido de normal, Draco salió de su dormitorio hacia el de ella. No podía quitársela de la cabeza, iba a acabar con su cordura antes incluso de lo que creía.
No llamó a la puerta, pero entró igualmente. Dayana estaba acostada en su cama dándole la espalda. Había escuchado cómo alguien entraba, pero aun así no se giró. El rubio avanzó hasta meterse en su cama sin decir palabra.
Durante largos minutos se dedicó a observar el techo en silencio. Se había acostumbrado a dormir con ella, ahora su cama era demasiado patética si no estaba. Esa tarde se había dado cuenta de que le asustaba tanto el tenerla como el perderla, abrirse a ella o volver a alejarla.
Malfoy se pegó a su cuerpo y coló un brazo por su cintura, dejando su palma en su estómago. Aprovechando la eficacia de su desaliñado moño para dormir, besó suavemente su hombro descubierto.
- Quiero que te quedes. – susurró.
Por varios minutos, no recibió respuesta alguna.
- No vuelvas a perder la cabeza. – murmuró por fin Dayana. – Y me quedaré contigo.
Si no fuera demasiado frío como para pensar esas ñoñerías, Draco diría que esa noche había rozado el séptimo cielo. Dormir abrazado a esa chica sabiendo que iba a quedarse a su lado era todo lo que necesitaba.
Lastimosamente, el despertar no fue tan agradable pues uno de los elfos domésticos se apareció en la habitación montando un escándalo.
- Señorito Malfoy. Señorita Henderson. – repitió hasta que se decidieron a abrir los ojos con pesadez.
- Diablos. – gruñó Draco malhumorado. – ¿Se puede saber qué ocurre?
- Su ama envía a Nídel a buscaros. – se apresuró a decir. Tenía una mano agarrada con la otra, temblando. – Quién-no-debe-ser-nombrado está abajo.
Los dos chicos pegaron un salto de la cama. Sus corazones iban a mil por hora e incluso se sentían mareados por un despertar tan brusco.
- Voy a vestirme. Tienes cinco minutos. – masculló el rubio antes de desaparecer; estaba en pijama y toda su ropa estaba en su habitación.
El elfo todavía seguía en el interior de la habitación cuando Dayana comenzó a cambiarse del camisón a la ropa más arreglada que había localizado en su armario con solo dos segundos. La pobre criatura parecía que no quería desaparecerse de ahí, como si temiera tener que aparecerse abajo de nuevo.
- ¿Sabes que quiere?
- Nada le han dicho a Nídel, señorita. – se excusó, arrepentido. Bajando un poco más la voz, añadió. – Pero Nídel ha escuchado algo. Es sobre usted señorita. Nídel cree que el-que-no-debe-ser-nombrado quiere conocerla.
Exactamente siete minutos tardaron en aparecer por el comedor. El Señor Tenebroso estaba sentado en el sofá que solía ocupar Lucius, con Bellatrix arrodillada a sus pies y Narcissa a varios metros de distancia observando la escena con prudencia.
En cuanto terminaron de bajar la última escalera, Voldemort se levantó para recibirlos. Con intención de no estorbarle, Bellatrix se arrastró por el suelo un par de metros antes de ponerse en pie.
- Oh, Draco, cuánto tiempo sin vernos.
La siseante voz de serpiente del Lord Oscuro los mantuvo petrificados mientras se acercaba hacia ellos. La primera y última vez que el rubio lo había visto fue cuando encarcelaron a su padre y le encomendó la misión de Dumbledore. Sin embargo, le resultaba igual de aterrador que la primera vez.
- Y tenemos una nueva sorpresa. – prosiguió, posando sus ojos en la castaña. – Eres igual que tu madre.
Tan solo metro y medio los separaba de Voldemort. Su piel era de un pálido enfermizo con las venas marcadas con destreza; y sus párpados rojizos y hundidos todavía intimidaban más. Lo único que portaba era un perfecta túnica negra.
- Enseñadme la marca.
Los dos hicieron caso al unísono y remangaron sus camisas hasta el codo, mostrando el antebrazo ante los jadeantes ojos del Señor Oscuro. Voldemort deslizó sus dedos índices por la piel marcada y mostró una especie de sonrisa que hizo que su rostro pareciera todavía más el de una serpiente.
- Ahora quisiera hablar a solas contigo, Dayana.
La chica tembló tan solo al escuchar su nombre salir de sus labios. Por mucho que quisiera salir huyendo, no podía negarse. Al menos creía que no querría hacerle daño.
Ni a Draco, ni a Narcissa, ni a Bellatrix les hacía gracia que ellos dos hablasen a solas. Mientras que Bella lo detestaba por celos de no ser la "afortunada", a Draco le aterraba lo que pudiera ocurrirle y Narcissa se mantenía recelosa de todo lo que tuviera que ver con Voldemort, sobre todo ahora que Lucius no estaba.
No tardaron mucho en salir de lo que solía ser el despacho del señor Malfoy, quizás tan solo fueron veinte minutos, pero todos esperaban expectantes a que regresaran. El rubio estaba demasiado centrado en asegurarse de que la chica seguía intacta y de una pieza, mas su madre se percató al momento de lo hieráticos y forzados que eran sus movimientos. Tal vez tan solo fuera por el miedo, o puede que por otra cosa.
Después de una breve despedida y asegurarles que se verían pronto, Voldemort se marchó. No fue hasta la noche, cuando los dos estaban en la misma cama y concienzudos de que nadie más los escuchaba, que Draco se animó a preguntar.
- ¿Qué es lo que quería decirte?
- Nada.
- Pensaba que no había más mentiras entre nosotros.
Dayana suspiró y besó su torso desnudo sutilmente.
- Tan solo quería hablarme de mis padres. De la importancia que tenía que recogiera yo su testigo.
El chico pareció quedar conforme con la respuesta, pero minutos más tarde, tras darse las buenas noches, la chica todavía recordaba su conversación con Voldemort:
- Quiero ponerte a prueba. Saber que puedes servir al igual que tus padres. – mascullaba, paseándose por la sala pero sin quitarle la vista de encima. – Voy a encomendarte una misión que quizás no tengas que realizar.
- ¿Quizás no? – cuestionó, desconcertada.
Él volvió a sonreír y concretó.
- Si Draco cumple su misión y mata a Dumbledore, no tendrás que hacer nada. – comenzó. – Si no, tendrás que matarlo tú.
Dayana hizo acopio de todas sus fuerzas para no mostrarse ni asombrada ni aterrorizada.
- ¿A Dumbledore?
- No. A Draco.
La voz del rubio la sacó de sus ensoñaciones. Su mano hacía cosquillas desde su hombro hasta su codo, lo que la ayudaba a relajarse.
- Me gustaría no querer que estés aquí. – murmuró, probablemente creyendo que ella ya dormía. – Pero sabes que soy demasiado egoísta para ello.
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Destinada | Draco Malfoy
FanfictionPara bien o para mal, estamos destinados. Lo que nos depara el destino solo nos hará daño. 28/4/2019 ➞ #2 dracomalfoy 15/4/2020 ➞ #1 malfoy 17/5/2020 ➞ #1 dracomalfoy ➞ #1 malfoy ⇝ Originalidad. Di no al plagio ⇝No lectores/as fantasma