Love Has Led Us Astray || Gerard Way y tú

6.

Tal y como lo predije desde un principio, tras la charla que tuvimos, la relación entre Gerard y yo se transformó en algo de lo más incómodo. La peor parte era el tener que lidiar a diario con él en la escuela. No tengo idea de si habrá sido a propósito o un mero capricho del azar, pero tras nuestra charla comenzamos a encontrarnos por lo menos dos a tres veces al día en alguno de los pasillos.

Insoportable.

Especialmente porque mi plan era evitarlo a toda costa para no tener ni la más mínima oportunidad de decir o hacer algo que pudiera herirlo. Claro, también en parte porque no quería enfrentar la situación. Y a pesar de que no cruzábamos más que un "hola" en los pasillos, mi mente sabía que en cualquier momento él haría algo para recordar que gustaba de mí. Ese era mi problema. No quería recordar que aquel chico me había confesado su amor. No quería tener que ponerle un alto. No quería lidiar con él, pero bien es sabido que tarde o temprano llega la hora de enfrentar los problemas.

—hola.

Su saludo me pilló desprevenida mientras caminaba a casa. Me estremecí de pies a cabeza, comenzando a sudar frío de saber que no tenía cómo evitar que compartiéramos aquella caminata.

—hola—respondí en un gran esfuerzo de articular una palabra.

Me costaba creer el nivel de nervios al que me hacía llegar el conversar con Gerard. No de él, sino de lo que pudiese decir o hacer.

Odiaba esto.

—¿te molesta si te acompaño a casa?

"Sí" pensé automáticamente.

—no, para nada—intenté sonreír de manera amigable.

—genial.

De ahí en adelante creí que él diría algo más, sin embargo continuamos caminando en completo silencio por cuadras y cuadras. A ratos lo miraba fugazmente, intentando adivinar qué cruzaba por su mente, si también se sentía como yo o, por el contrario, estaba disfrutando la caminata. Y a cada segundo que pasaba, sentía que enloquecía más y más.

—ok, creo que jamás debí haberte dicho nada—dijo Gerard rompiendo el silencio, y deteniendo su andar—esto no está funcionando.

Sus palabras sonaron como un coro de ángeles, liberándome de mi pesar. Suspiré aliviada, ante el misterio resuelto.

Él también se sentía como yo.

—para nada—reafirmé.

—¿me habías estado evitando, cierto?

—sí.

—lo sabía.

Nos miramos mutuamente, torciendo la boca sin saber qué hacer a ciencia cierta.

Durante aquel lapso en que sostuvimos nuestras miradas pude sentir cómo el ambiente entre los dos se distendió. Pude respirar con tranquilidad, como no lo había hecho durante los últimos quince minutos, e hilar pensamientos en mi cabeza.

—¿puedo ser sincera contigo?

Gerard asintió con la cabeza.

—me siento incómoda al lado tuyo. No de ti, si no de la idea de que te gusto—suspiré—no quiero hacerte sentir mal, porque sé que en estos momentos eres completamente susceptible a cada cosa que diga o haga.

—siempre lo he sido, pero entiendo tu punto.

—¿puedo seguir siendo sincera?

—adelante.