25.

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—cariño, necesito entender qué es lo que te sucede, sólo dijiste que no y te viniste corriendo para acá, no comprendo nada.

Como era de suponer, mi cobarde trasero no fue capaz de enfrentar la situación con Josh. Era totalmente cierto que lo único que hice fue decir "no" y luego subir al apartamento abrumada por mis pensamientos. Ahora me encontraba encerrada en el baño, ahogada en llanto al borde de un ataque de ansiedad e histeria, porque no era capaz de enfrentar un problema en el que yo misma me había metido de cabeza. Ni siquiera era capaz de mirar a la cara a quien fuera mi novio en aquel momento y hablarle con claridad, por lo que todo el diálogo se daba con la puerta del baño entre nosotros.

Sin duda alguna, era la reina de las pendejas.

—no puedo, no puedo—chillé tapándome la cara con las manos.

—¿no puedes casarte conmigo, o no puedes decirme qué rayos pasa?

—las dos cosas.

—¿y yo debería quedar satisfecho con esa respuesta, así nada más?

—por favor, no sigas. En verdad no quiero, ni puedo casarme contigo.

—y yo quiero saber el por qué.

—¡déjame en paz!—grité con el poco aire que me quedaba, mientras seguía sintiendo los golpes a la puerta que daba Josh sin cesar.

Tuvo que pasar más de una hora para que por fin parase de insistir y me dejara totalmente a solas. Esperé una hora más dándome un baño de tina para volver en mí misma, esperando, cruzando los dedos que fuera tiempo suficiente para encontrar a Josh dormido y meditar alguna forma de lidiar con esto.

Para cuando por fin salí del baño, la suerte estuvo de mi lado, por lo que en completo silencio me dirigí al balcón de la sala a fumar hasta desentrañar la maraña de pensamientos en que se había convertido mi cabeza.

Lo único en lo que estaba clara era que debía largarme de aquel apartamento lo antes posible. Sin embargo tenía miedo. Miedo a estar sola, sin saber nada de Gerard, atrapada al otro extremo del país; de nuevo en casa de mi padre como si aún fuera una niña, la cual fracasó intentando llevar una vida propia. Tendría que volver a soportar la monotonía cotidiana por mi cuenta con el dolor de la espera sobre mis hombros, y no había remedio alguno contra aquel panorama.

Por eso es que había estado tan reacia a dejar a Josh: porque a pesar de todo me hacía sentir acompañada, me tranquilizaba de mí misma. Era un lugar seguro que ahora estaba forzada a abandonar y sabía que la soledad de lo desconocido iba a doler, pero ya no tenía más opción...

... O al menos eso creía, hasta que al día siguiente el timbre de mi celular me despertó de manera súbita. Miré desorientada a mi alrededor, buscando de dónde venía aquel ruido que me sacó de mis sueños. Me puse de pie e hice el trayecto desde el sofá en que me había quedado dormida, hasta la mesa del balcón donde había divisado mi teléfono, arrastrando los pies con pereza y el con el sol de la mañana azotando mi cara; comprobando de pasada que Josh ya se había ido a trabajar por lo que estaba completamente a solas, para mi alivio.

El corazón por poco se me sale del pecho al tomar mi celular y ver el nombre en la pantalla. Era Gerard. Luego de largos días la llamada que tanto había estado ansiando por fin había llegado, mas me había quedado estupefacta mirando el aparato vibrar en mi mano sin saber con qué voz contestarla. Claro, si es que lograba hacer salir mi voz con el nudo que se había formado en mi garganta. Era como si toda la angustia acumulada me hubiera llegado de golpe, abrazándome a tal punto que había dejado de ser un ser humano funcional, porque así como no sabía si podía hablar, mucho menos sabía si alguno de mis dedos iba a ser capaz de darle al botón verde y contestar aquella llamada. Y es que Gerard no había escogido mejor —o quizás peor— momento para llamar. Justo en aquella jornada en que la desdicha se sentía más intensa que nunca y que estaba lista para saltar al vacío, aparecía él para sostenerme en sus brazos y salvarme de mí misma.

Love Has Led Us Astray  ||  Gerard Way y túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora