20.

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Inesperadamente Gerard dejó caer todo lo que cargaba en sus manos, a lo que Mikey soltó una risa dándome una fugaz mirada. No habíamos hablado mucho respecto a lo sucedido en Nueva York meses atrás, sin embargo con lo poco que le había dicho bien asumía yo que había logrado armarse el panorama por su propia cuenta. Pero la realidad es que en ese momento nada me importaba porque por fin podía volver a verlo. Allí, de pie frente a mí, aquel ser humano que tanto había dado por olvidado y que había jurado insignificante, electrizándome con su mera presencia, haciendo latir mi corazón sin control alguno, provocando reacciones en mi cuerpo más allá de mi entendimiento. Y sin darme cuenta, o preverlo de algún modo, me perdí en Gerard, dándome el gusto de observarlo de pies a cabeza, examinando cada cuadrante de su ser aprovechando que el tiempo a nuestro alrededor había parecido ralentizarse a una completa cámara lenta. Traía el pelo alborotado, la tez cansada, lentes de sol colgando del cuello de su camisa y un aire a que nada le interesaba, heredado lo más probable de los hipsters de la escuela de arte.

Quería hablarle, correr a sus brazos y preguntarle todas las interrogantes que habían cruzado por mi cabeza desde aquella vez que nos encontramos de manera fortuita, pero las palabras no conseguían salir de mi boca. Y tampoco correspondía hacerlo allí, por lo que respiré profundo y permanecí firmemente sentada observándolo recoger sus pertenencias con gran torpeza, dedicándome de tanto en tanto una mirada.

—llegaste a tiempo, hijo, recién servimos el té—comentó Donna, colocando una taza a mi izquierda  en el único puesto vacío que quedaba en la mesa—además tenemos visitas—hizo un ademán con la cabeza hacia donde me encontraba sentada.

—así veo—asintió Gerard sonriendo de medio lado.

Dicho esto se dedicó a saludar a su abuela y su hermano, para terminar su recorrido tomando el lugar que le asignaron a mi lado.

—hola—sonrió.

    Le correspondí el saludo poniendo gran esfuerzo en no sonrojarme, ni hacer algún gesto de más que delatara mis pensamientos o mi deseo de abrazarlo en vez de haberlo saludado tan formalmente.

—tanto tiempo, ¿cómo has estado?—comentó con un tono que supe de inmediato que se refería en verdad al tiempo transcurrido desde que nos divisamos fuera de la tienda de historietas.

—bien, ¿y tú?—respondí escondiendo una sonrisa en la taza de té que sostenía en mis manos.

—genial.

    Una nueva mirada de "recuerdo lo que pasó en Nueva York" y de ahí en más, perdí la noción y el interés de lo que a mi alrededor sucedía. No tenía cabeza para nada más que no fuera Gerard, y durante el rato que duró la merienda me dediqué a disfrutar de su presencia junto a la mía, deseando que al sacar una galleta o al agregarle una cucharada de miel a la segunda taza de té que me serví, lograse rozar por accidente su mano para reconocerlo como un ente tangible. Debido a eso fue que mi misión se concentró en lograr un momento a solas junto a él. No en busca de romance o recuerdos, sino que en busca de descubrir sus sentimientos, para satisfacer las voces en mi cabeza. Para saber si él sintió lo mismo que yo cuando nos vimos en Nueva York.

Y, claro está, mi oportunidad llegó más temprano que tarde.

—bah, dejé mis cigarrillos en el auto—se lamentó Gerard hurgando los bolsillos de su pantalón.

—bueno está, a ver si así dejas ese vicio de una vez por todas—lo reprendió la señora Elena.

Sin embargo antes de que alguien más interviniera, tomé mi bolso y saqué mis cigarros.

Love Has Led Us Astray  ||  Gerard Way y túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora