12.

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Me encontré con la mirada más severa que le había visto en años, a tal punto de verse sólido y frío como el hielo. Era intimidante. Tanto así que no conseguía dilucidar si estaba o no sobrio.
Esto no pintaba para bien.

Una parte de mí deseó haber matado a Frank por hablar de más, y otra parte maldijo el momento en que decidí que era buena idea haber abandonado la habitación de tatuajes. Todo había salido al revés de mis planes y lo único que había conseguido con ello era tener a Gerard furioso frente a mí.

¿qué es lo que no puedo saber?alzó una ceja, reforzando su imponente presencia.
No recordaba la última vez que me había sentido tan ínfima a su lado.

nadatitubeé.

¿nada?

nada.

¡MALDITA SEA, LOS VENÍA ESCUCHANDO!

hey, Gerard cálmate, no le hables asíabogó Frank. 

Mientras tanto, yo estaba de una pieza. Odio las veces que levanta la voz de manera repentina, pillándome desprevenida para alguna posible réplica. Es mucho más fácil discutir cuando yo también me encuentro enojada, para ser honesta. 

¡NO TE METAS EN ESTO!

¿cómo quieres que no lo haga, si estás gritando como un animal?

¡Frank!chillédéjanos a solas.

pero...

...por favor

está bienmasculló retomando su andarde todos modos le avisaré a Mikey, para que me acompañe a recoger el cadáver de alguno de ustedes dosagregó mientras se alejaba, hasta desaparecer entre los buses de las otras bandas que nos acompañaban.

¿podemos conversar ahora?

sólo si me dices la verdad.

¿para qué? si ya escuchaste.

quiero escucharlo de tu boca.

Me miró desafiante, sediento de la sangre que correría luego de que yo hablase; porque independientemente de la ira que lo invadía en aquel momento frente a mí, no sería conmigo con quien se desquitaría. Esto le daría un motivo, estúpido y mal enfocado, para tomar represalias.

Lo peor de todo es que se encontraba sobrio, podía ver el fuego en sus ojos, aquella intensidad que se apaga luego de una ronda de cervezas. Todo lo que en adelante sucediera, le quedaría grabado para repetir en su mente cada vez que él quisiera. 

Las discusiones en ebriedad las olvida, o pasa por alto. Estando sobrio no. 

Gerard, esto no te hace bien, olvídalo.

—¿desde cuándo sabes lo que me hace o no bien?

—vamos, no es necesario.

Intenté sostener su mano, mas la corrió de la mía. Suspiré con pesar.

—por favor, dilo.

No tenía más salida.

—hace un par de días, cuando me desmayé—hice una pausa, para retomar el aliento e intentar ralentizar el veloz ritmo con el que retumbaba mi corazón—Dylan... Dylan fue quien me encontró y me ayudó.

Pude ver su rostro pasar de su severa calma, hasta la más profunda ira.

—¡POR UN DEMONIO!—bufó lanzando al suelo una lata de bebida energética que sostenía en sus manos. 

Love Has Led Us Astray  ||  Gerard Way y túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora