40.

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—te ves cansada, ¿qué está sucediendo?... Sin mencionar que mi hermano y tú ni cruzaron palabra durante el almuerzo.

—las cosas están algo... difíciles—me encogí de hombros reclinándome sobre el asiento para mirar las hojas del viejo roble del jardín en casa de Donna.

Aquel domingo habíamos decidido junto a Gerard ir a pasar el día donde su madre, con la intención de distender los ánimos y con la esperanza de que la calidez de aquel hogar pudiera devolverle los ánimos que la medicación —que había seguido tomando a pesar que me había prometido que no lo haría más— le había arrebatado.

Según él lo hacía sentir bien, sin embargo estaba resultando en que literalmente vivía dopado. Tanto así que ante mis ojos ahora sí que parecía realmente deprimido. A ratos me daban ganas de botar toda su mierda, pero honestamente tenía cierto temor de que a esta altura ya hubiera generado dependencia. Si había algo peor que tomara pastillas, definitivamente era la abstinencia sin un control médico.

—¿qué ha estado sucediendo?—insistió Mikey—sé que ya te lo he preguntado, pero no me has dado ninguna respuesta concreta

Era cierto. A pesar que llevaba semanas de esta situación, no había hallado el valor de decirle a mi amigo el problema que tenía en casa.

—se quedó dormido apenas puso la cabeza en la almohada—dijo Donna, saliendo al jardín antes que yo alcanzara a hablar.

—así se la pasa—suspiré.

—¿qué ocurre, chicos? Puedo adivinar por sus rostros que algo serio estaban hablando, a mí no me engañan—Donna se sentó junto a nosotros y encendió un cigarro—vamos, hablen.

Mikey me miró diciendo "bien, llegó tu momento de hablar".

—Gerard está mal—suspiré—peor de lo que imaginé... peor de lo que piensan... mierda—me pasé las manos por la cara y sin preverlo, comencé a llorar—creo que está entrando en un punto sin retorno y no sé qué hacer al respecto.

Entre las lágrimas, vi como Mikey y Donna se miraron con lástima ante lo que acaba de decir.

—¿a qué te refieres?—murmuró mi amigo—digo sí sé lo del alcohol, todos lo notamos, pero ¿pasó algo más?

—está tomando medicación que no sé de donde rayos saca, ¿lo sabías?

—¿qué?—chilló mi amigo.

—pues eso—continué—dice que no tiene ganas de vivir, que está cansado de todo, que piensa en suicidarse... demonios—saqué un cigarro de mi bolso y lo encendí, mientras las lágrimas seguían cayendo por mi rostro.

—eso... eso es gravísimo—dijo Donna aún sorprendida—es para que vaya a ver un especialista.

—lo sé, y se lo he dicho, pero él no quiere y no lo puedo obligar. Está en cierta medida paranoico con que lo pueden dejar encerrado y luego se deshace en explicaciones de que en verdad está bien—le di una calada a mi cigarro—es una maldita montaña rusa, día a día.

—¿por qué no me habías contado?

—no lo sé, he estado con poco ánimo la verdad, no he hablado con nadie, ni siquiera he estado yendo a trabajar—solté una risa algo sarcástica—yo creo que a esta altura ya me despidieron, pero bueno, así están las cosas. Además, creí que ya lo habías notado.

—no lo sé, yo igual he estado viviendo la misma vorágine entre fiestas y trabajo, y todo lo demás—Mikey se llevó la cabeza a las manos—ya ni siquiera sé cuál es el límite entre lo sano y lo insano.

Love Has Led Us Astray  ||  Gerard Way y túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora