« diane »
Miro mi reflejo en el angosto espejo que mi madre ha colocado detrás de su puerta. La situación y la manera en que la habitación se encuentra decorada me remonta a cinco años atrás, en Londres. Pero no quiero darle muchas vueltas al asunto. No sé porque me he tomado el tiempo para revisar cada detalle en mi aspecto. No suelo hacerlo, mucho menos con Jake, que me ha visto en los más vergonzosos escenarios. Sin embargo, heme aquí. Inclusive siento un extraño cosquilleo recorrer mi cuerpo entero.
Ni siquiera sé porque elegí un vestido cuando ha llovido a cantaros los últimos tres días. El ambiente está bastante fresco y no tomé en cuenta eso.
Observo a la chica en frente de mí y sonrío. Me veo bien y lo importante; me siento bien.
Suspiro y abro la puerta mientras tomo mi pequeña cartera que estaba sobre el peinador a la derecha de la puerta.
Mamá está trabajando, pero como buena madre se encargó de brindarme una gran variedad de consejos sobre esta cita. Sobre todo, me animó a que hiciera mi vida y que fuera feliz aunque no fuera con el chico que inicialmente entró en mis planes. No tenemos asegurado nada en esta vida, mucho menos los chicos, ellos vienen y van por muchísimas razones.
Una de las cosas que me sorprende de la nueva casa de mi madre es que esta sea de una sola planta. Es decir, ella ama las casas con escaleras. Otra, es que esté sumamente ordenada y creo que eso es debido al poco tiempo que pasa en su hogar. Trabaja casi todo el día y me siento mal por verla trabajar tantas horas y al parecer, eso no le molesta nada en absoluto, he llegado a pensar que después de tantos años por fin encontró su lugar.
Jake mira la repetición de una vieja serie que me sé prácticamente de memoria y no se percata de que estoy justo detrás de él. Aprovecho la situación y me cobro una de las muchas que me ha hecho. Revuelvo su cabello, despeinándolo en todas direcciones y río divertida ante sus bufidos.
—Fray, se supone que debo verme bien. Saldré con alguien en poco tiempo. —se queja y río por lo bajo mientras trata de "peinarse" nuevamente. No me mira en ningún momento y, cuando lo hace, juro que algo se mueve dentro de mí ante su intensa mirada.
No es un intenso malo o extraño, es agradable y de cierto modo provoca que me sonroje ligeramente.
—Bueno, ¿estás listo chico de la cita? —comento en broma. Momentáneamente he perdido todas las buenas conversaciones y parece que esto se desvía a algo diferente a nuestras típicas bromas y chistes terribles. Esto es especial e importante para él, lo presiento.
Me regala una de sus malditamente perfectas sonrisas y no puedo evitar sonreírle de vuelta.
Creo que está será una noche muy especial para ambos.
(. . .)
—No volveré a dejar que seas la guía de turistas de nuevo. Oh no. —niega divertido mientras mira con confusión el local que está enfrente de ambos.
—Lo siento. —respondo arrastrando la "o" y parpadeando rápidamente. Mi peor intento de un rostro adorable e inocente, lo admito.
—No hagas eso. —dice riendo y vuelvo a repetir el gesto. —Dios, Diane, a veces presiento que te hacen falta unos cuantos tornillos. ¿Tienes idea de donde estamos en realidad? —pregunta un poco nervioso. Lo único que habíamos hecho fue seguir las instrucciones de mi mamá para llegar a una cafetería o restaurante, no recuerdo. Yo y mi falta de atención a las direcciones específicas. Lo que hay frente a nosotros no es más que un viejo bar. De los primeros en Bradford, supongo. No hay música estruendosa típica de los pubs de Londres ni el escándalo de un sitio de esos. Me encojo de hombros, respondiendo finalmente a su respuesta.