La vida nunca es lo que esperamos, a pesar de que somos nosotros quienes forjamos nuestro destino con las acciones que realizamos día a día.
No creo en el karma ni en ninguna de esas cosas, solo en el destino. Y quizá tenemos deparado algo desde el momento en que somos concebidos. Quizá, no es algo en lo que me gusta profundizar.
Por ejemplo, dibujar es mi pasión. Y desde siempre creí que sería alguien importante en el mundo artístico. Que sería reconocida como Da Vinci, Van Gogh o cualquiera de los genios que crecí admirando. Sin embargo, a pesar de que tuve la oportunidad de desenvolver mi habilidad en una de las mejores escuelas de arte en la ciudad de Nueva York, no tuve ese futuro fantasioso deseado. No, tuve que pasar primero por una carrera que no deseaba tomar, un empleo que me gustaba, pero no me daba la satisfacción completa, para finalmente, terminar en un precioso y asombroso museo de arte en Londres. Y resulta la casualidad que es el sitio donde Niall Horan me tomó en una cita improvisada y me pidió que fuera su novia... hace muchísimos años atrás. Olvidando eso, yo dirijo el lugar y me siento llena de inspiración, por las noches, voy a esas exposiciones independientes y plasmo mis frustraciones y alegrías en el lienzo.
Y mi vida está compartida en un montón de trozos: mi pequeño hijo, mi vida familiar, mis amigos, mi empleo y finalmente mi lado artístico. Es agotador al final del día, pero me ayuda a no pensar en lo que pudo haber sido si yo me hubiera permitido ser feliz al lado de Niall.
(. . .)
Bufo resignada cuando observo a mi madre entregarle una pequeña galleta de chocolate de contrabando al pequeño Noah que apenas puede detenerse de pie. Sé que llamarle la atención por décima vez no logrará que deje de hacerlo y sólo espero que no le dé otra más. Niego, desisto de correr hasta el pequeño y persuadirlo de dejar la golosina, en cambio, permanezco de pie junto al barandal de la escalera. Observando en silencio. Estamos visitando a mi madre y a su esposo después de tanta insistencia porque su nieto apareciera en su casa.
El pequeño nos tiene a todos fascinados.
Bajo poco a poco las escaleras y sonrío cuando veo a mi hijo con su rostro cubierto de migajas oscuras. Se percata de que estoy ahí, sonríe, sus ojitos azules se iluminan e inmediatamente alza sus bracitos al verme y lo recojo haciéndole mimos.
Debo confesar que estuve muy asustada desde que me enteré de todo esto, de lo que tendría que hacer cuando naciera y todas las responsabilidades que tener un hijo implica. Me alegro de haber tenido la compañía de Niall en esos tiempos sin importar el montón de líos en los que ambos nos metíamos por cualquier cosa.
Enserio, hasta el detalle más insignificante nos hacía estallar. No sé a qué se debía, estrés, probablemente. No tengo idea.
Suspiro.
Niall.
Cierro los ojos, planto un beso en la mejilla del bebé y se lo entregó a mi madre.
Tengo cosas que hacer esta tarde y me estoy retrasando para ello.
— Tranquila, todo va a salir bien. —murmura mi madre mientras me da un abrazo. Trata de consolarme, pero el cosquilleo me dice lo nerviosa que estoy sobre esto.
Sí, eso es lo que yo espero.
(. . .)
El bar está lleno de gente y no sé si tenga que ver con que las finales del futbol local son justo el día de hoy o que el mismísimo Niall Horan está en el sitio.