« diane »
Cuando has vivido en una ciudad tan ajetreada como lo es Londres, estás prácticamente preparada para permanecer a esa actividad desde el momento en que naces. Bueno, no tan literal. Pero cuando te liberas de obligaciones, de la misma manera en que lo he hecho yo es difícil volver a la rutina y por lo tanto, a diario termino agotada a tal forma de que, lo único que hago después de llegar a casa es tomar una ducha, cenar y dormir.
Así es mí día a día y extraño demasiado los días de escuela, cuando tenía muchísimo más tiempo y mi única ocupación era hacer mis tareas. Cuando tenía el suficiente tiempo libre para salir a correr, dibujar un poco, estar con amigos, visitar páginas web o simplemente para quedarme sin hacer algo productivo.
Es duro crecer.
—Vamos Diane, muévete. —Jacob me lanza algunas palomitas de maíz al rostro y me quedo ahí, inmóvil y sin tratar de hacer algo para evitar que impacten fuerte contra mí mejilla derecha. —Por favoooooooor. —pide. Después de un suspiro me arrastro al extremo izquierdo del sillón de dos plazas de Jake. Es el único sofá que tiene por el momento, es pequeño, verde y muy cómodo. Me he quedado dormida un par de veces en este sitio. —Gracias. —articula con la boca llena de palomitas. Frunzo el ceño fingiendo asco y cierro mis ojos. Fue un día agitado en el restaurante y mi cuerpo exige un descanso con urgencia. — ¿Estás bien?, luces cansada. —abro mis ojos y giro mi cabeza en su dirección para mirarlo con los ojos entrecerrados.
—Estoy bien, solo quiero dormir un poco. El restaurante estuvo muy concurrido el día de hoy y caminé de un extremo al otro porque Stephanie está enferma y necesitaban a alguien que cubriera su área. No me quejo, obtuve más propinas que de costumbre. —Jake asiente en comprensión a mis palabras. — ¿Qué tal tú día? —cuestiono. Siento que él tiene el derecho de expresar su sentir de la misma manera en que suelo hacerlo yo con él.
—Aburrido. No es tan excitante como permanecer en un aula por ocho horas con niños ruidosos de la escuela primaria. —me río por lo bajo.
—Tú amas a los niños.
— ¡Exacto! —dice fuerte elevando sus brazos. —Es genial y todo pero, como soy novicio aún... todo apesta.
Ambos suspiramos sonoramente al mismo tiempo y después estallamos en carcajadas.
—Que diera yo por conseguir un empleo que se relacione con mis estudios. —comento casi en un susurro. —Pero ¡oye!, algo es algo. —digo con una pequeña sonrisa y tomo algunas palomitas en mi puño.
—Sip. ¿Qué crees que diría Edward en este punto?
Permanezco en silencio mientras reflexiono la pregunta de Jacob.
—No lo sé. —admito. —Pero no quiero que se entere. No quiero que se arrepienta infinitamente en invertir su dinero en mi educación. Pronto encontraré algo en lo que acomodar mis estudios.
—Tienes que hacerlo. Mujer, son muchísimas clases de líneas rectas perfectas como para desperdiciarlas. —se burla y arrugo mi nariz al recordar todas aquellas clases.
—Ugh. —respondo sencillamente y Jake estalla en risas. Sabe cuánto detesté todo eso.
(. . .)
—Diane, ¿puedes atender la zona de Steph de nuevo? —cuestiona Mark en el momento en que entro a la cocina para mi turno. Lo miro elevando mis cejas, entonces él inclina su cabeza ligeramente a la derecha mientras me hace una mirada tierna. Dios, no puedo competir contra eso. ¿Por qué soy tan débil?