Me apoyo contra el respaldo de la vieja banca y dejo que las lágrimas corran por mis mejillas con el poco maquillaje que coloqué temprano. Lloro sin importarme lo que las personas presentes en el pequeño parque puedan pensar de mí, sollozo y no puedo alejar la opresión presente en mi pecho desde que abandoné lo que un día fue mi hogar.
Retiro las manos de mi rostro después de tallarme los ojos repetidas veces en un tonto intento de frenar el agua que mana de las cuencas de mis ojos como si hubiera abierto la llave del sistema que las contenían. Subo mis piernas a la banca y las abrazo fuertemente para luego enterrar mi rostro entre mis rodillas y mi pecho. Mis lamentos parecen molestar a un par de ancianos que se encuentran en la banca cercana y posiblemente a todos en el lugar.
No hay nada que me ayude a frenar mi llanto, no después de lo sucedido.
El camino hasta casa resultó ser más largo de lo que recordaba, mis pies dolían y deseaba con desesperación un gran vaso con agua fresca. Me sentí aliviada cuando giré en mi calle. Estaba a tan solo unos metros de lo que fue mi hogar mis primeros diecisiete años de vida. Cuando estuve de frente a mi hogar, no pude evitar percatarme de que es mucho más diferente que cuando lo dejé hace cinco años. El jardín sumamente cuidado es lo más extraño de todo; mi madre tiene distintas facetas, pero estaba cien por ciento segura de que la jardinería es una de las cosas que más detesta en el mundo, las pocas flores y el pequeño jardín que había en casa siempre fueron cuidados por mí. El césped; cuidado a la perfección y del mismo tono verde, la entrada de la casa; totalmente remodelada y pintada de un solo color de pintura de una manera que mi madre odiaba tanto porque –cito textualmente– "era demasiado formal y aburrido para un par de chicas alocadas como nosotras", por lo que todo era una mezcla de estilos.
Mi casa nunca fue un hogar normal.
Dejé de pensar en todas las diferencias notables y comencé a observar la calle. Estaba en la dirección correcta. Con emoción y decisión caminé a grandes zancadas hasta la entrada principal, saqué las llaves de mi bolsillo y entré a la residencia. La decoración contemporánea predominaba el espacio, sofás en colores oscuros con cojines blancos y grises, los viejos aparadores cambiados por bonitos estantes llenos de libros que parecen ser clásicos y costosos, las fotografías de mi vergonzosa infancia remplazados por cuadros de apariencia costosa, sofisticada y moderna. ¡El suelo con una elegante alfombra color vino y las escaleras de madera reemplazadas por un modelo mucho más nuevo!
La cabeza comenzó a darme vueltas, pero decidí avanzar. Lo importante era asegurarme de que mi madre estaba bien, no fijarme en la nueva y misteriosa decoración.
— ¿Mamá? —intenté, pero no obtuve respuesta. En la cocina; al igual que la sala de estar, todo estaba completamente diferente. Pero no había rastros de mi madre.
Eso comenzaba a dar miedo.
Escuché la puerta principal abrirse y literalmente corrí hacia quienquiera que haya abierto la puerta.
Quedé en shock al ver que no se trataba de mi madre. Fruncí el ceño, confundida.
La mujer estaba sorprendida de verme ahí. E incluso, pude ver un deje de pánico en sus ojos.
— ¡¿Quién eres y qué estás haciendo en mi casa?! —dijo en voz alta pero al final de la pregunta su voz se rompió. Sí, ella definitivamente tenía miedo de... ¿mí? — ¡Vamos, contesta o llamaré a la policía! —amenazó y casi me eché a reír frente a su cara.