« diane »
Las horas pasan con lentitud imaginable y de repente para mí todos esos años en Nueva York se convierten en algo que está muy oculto en mi pasado, como un borrón en el tiempo. Evito hablar con Niall y aunque las cosas siguen densas con Jake, trato de hacer lo mejor posible por arreglarlo.
— ¿Has hablado con él por lo menos? —niego mientras llevo un osito de gomita a mi boca. Harry bufa. — ¿Por qué tienes que complicarte tanto la vida?, sinceramente Fray, creo que eres un caso perdido. —niega y su cabello se mueve en todas direcciones, cayendo en su rostro.
—Deberías cortarte el cabello, eres la versión masculina de veintidós años de Dora la exploradora. —me burlo con la intención de cambiar de tema. Miro de nuevo hacia la calle y llevo mis piernas más cerca, las abrazo y coloco mi barbilla sobre mis rodillas.
—No intentes hacerlo, Fray. —advierte Harry después de acomodar su cabello. —Te dije que no jugaras con Jake, ¿a qué lo hice? ¿Lo hice, no?
—Lo hiciste. —respondo aburrida aun sin mirarlo a los ojos. Observo el horizonte y suspiro. Los matices de los colores en el cielo. Está anocheciendo y tarde o temprano tengo que volver al departamento. —Soy una cobarde. — murmuro. —En realidad, ese es uno de los muchísimos defectos que tengo. ¿Por qué tiene que quererme Jake?, no lo merezco. —hablo para mí misma pero Harry me oye y hace un ruido extraño con su garganta. Me giro hacia él con el temor de que uno de los ositos de gomita se atorara en su esófago.
—Nadie es perfecto. —espeta. —Estoy seguro de que Jacob no lo es, muchísimo menos Niall. Nadie tiene que serlo, sino, ¿Qué de divertido tendría el mundo? Tenemos que aprender a enmendar nuestros errores. —asiento y Harry se ríe por lo bajo. —Claro que tú has sobrepasado el límite de errores en una vida, Diane. —se burla y lo golpeo fuerte en el hombro.
—Cállate. —digo pero una pequeña sonrisa permanece sobre mi rostro.
—Es parte de ser humano. —continua Harry.
— ¿Sabes?, es algo aterrador escucharte tan filosófico el día de hoy. Pero ayuda, un poco y he reído bastante hoy. —El rizado asiente.
—Para eso estamos los amigos. —Él se calla y no agrega nada más hasta después de unos minutos. — ¿Qué vas a hacer al respecto? —insiste. Si no me equivoco, es la quinta vez que lo pregunta desde que le conté todo. — ¿Quieres ver algún otro maratón de una telenovela barata? —ofrece y me río por lo bajo mientras niego recordando la experiencia. — ¿Entonces?
—Hablaré con él primero que nada. Quiero saber que tan perdido está el caso y después no lo sé, creo que surgirá algo con el tiempo.
— ¿Al igual que su pelea por un simple departamento? —evito su mirada y me muerdo los labios.
—No. —susurro avergonzada.
— ¿Qué hay de Niall?, ¿huirás de él, el resto de tu vida? —pregunta curioso. No puedo huir por siempre.
—No lo sé Harry. No lo sé. Pero no puedo hacer mucho si sigo aquí. ¿Tienes alguna idea de cómo bajaremos? —cuestiono recordando el momento en que la escalera resbaló y cayó al suelo, impidiéndonos bajar tan rápido como lo teníamos planeado. Harry suelta una carcajada.
—No lo recordaba. ¿Algún plan?
(...)
Estoy segura que una de las partes de ser un ser humano es la vulnerabilidad que tenemos. Por ejemplo, después de permanecer más de seis horas sobre el tejado de la casa de Harry vestida con una delgada blusa de manga corta y shorts lo menos que esperaba era obtener un resfriado. Había comenzado a hablar extraño debido a mi nariz congestionada y Harry no hizo más que burlarse de ello en el camino al apartamento de Ethan.