Prólogo

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— ¡Jake, nos retrasaremos si sigues jugando con ese niño! —Grité desesperada cuando noté que mi acompañante se quedaba muchos metros por detrás de mí. Nuevamente. Él hizo caso omiso a mi advertencia y continuó divirtiéndose con el pequeño pelirrojo y sus autos. Rodé mis ojos, un gesto muy común en mí desde que conocí a Jacob Atwood en una cafetería en la quinta avenida. — ¡Vamos Atwood, mueve tu trasero aquí! —Grité nuevamente, subiendo un poco el tono de voz y llamando la atención de algunas de las personas que se movían por el lugar. No los culpaba, la imagen de una chica de veintidós años llamando con desesperación a su mejor amigo, rogando por no estar retrasada para tomar un vuelo, bueno, no era algo que vieras a menudo en el aeropuerto de Nueva York, menos en ésta época del año, cuando el ajetreo de las personas que buscan pasar su verano en lugares exóticos, cálidos y hermosos. Tanto el niño como mi amigo reían a carcajadas y decidí que no se burlarían de mí. Me acomodé las asas de la mochila que cargaba en mi espalda y tomé mi maleta de ruedas, caminé con decisión entre las personas hacia la banda donde las personas de seguridad del aeropuerto se encargarían de revisar que no llevaba conmigo algún arma u objeto no permitido en vuelos internacionales. Lo más peligroso que llevaba conmigo era mi nuevo teléfono. Aún recordaba la ocasión en la que lancé el mío contra el rostro de una chica, para ser sinceros, no recordaba su nombre y la imagen de su rostro me llegaba en manchas borrosas. Pero no me importaba, porque si hubiera sido alguien realmente importante para mí, no sucediera eso.

Sonreí abiertamente cuando escuché los pasos apresurados y los gritos de Jacob detrás de mí. Las personas encargadas de seguridad lo veían con mala cara.

—Vamos Diane, ¡solo bromeaba! —Escuché. Su acento australiano era tan notable como el mío, británico. — ¡Pensé que teníamos algo especial, Fray!, ¡no me dejes! —Gritó y un par de personas se acercaron a él con preocupación. Me carcajeé por dentro. Iba a burlarme de él por un buen lapso de tiempo después de esto.

—Señorita, ¿conoce al joven? —Preguntó el hombre encargado en la banda de revisión. Asentí. — ¿Son novios? —Cuestionó ligeramente interesado. Hice una mueca de horror.

—Oh Dios, ¿yo con esa cosa? —Dije con fingido horror. — ¿Acaso lo ha visto bien? Es horrible. —Comenté llevando una mano a mi pecho. Mentía, cualquiera con dos dedos de frente se percataría de que mi amigo era guapísimo. "Típico chico guapo extranjero" pensé la primera vez que lo vi. Porque realmente lo era. Alto, cabello castaño claro, unos hermosos ojos, músculos marcados, pero no tanto. Ya saben, un chico hermoso australiano. Pero lo que me encantó de él desde el primer momento en que lo vi fue su sonrisa y sus hoyuelos adorables. —Es mi mejor amigo. —Informé al hombre antes de que decidiera impedirle el paso por la escenita que hizo momentos atrás. Él sonrió y asintió.


(...)


—Diablos Fray, pensé que me deportarían o algo cuando las personas de seguridad se me acercaron. —Comentó espantando el sueño. Quería dormir más que nada, el vuelo era eterno si no dormías y los aviones me ponían nerviosa, prefería dormir la mayor parte del camino si no es que todo.

—Tú tienes la culpa. —Respondí después de bostezar. —Nadie te obligó a gritar histéricamente eso de la demanda por abandono. —Completé sonriendo. —Igual, tú literalmente te pusiste de rodillas para acompañarme cuando te mencioné que volvería a Londres. —Recordé burlona. Mi amigo miró hacia otra parte, hacia el suelo del pasillo del avión como si fuera la cosa más interesante del mundo.

—El fish & chips del que todos presumen me intrigó. —Dijo después de un par de minutos contemplando el suelo. Puse los ojos en blanco pero no quise comenzar una pelea y arriesgarme de que nos prohibieran los vuelos internacionales o cualquier otro viaje. Cerré mis ojos, mentalmente preparada para no golpearlo cuando me despertara al añadir algo más. Pero no habló más y yo caí en los brazos de Morfeo.





n. de a.: algunas partes de la historia son considerablemente cortas, pero se compensan con otras que son más estensas

si, Ashton Irwin hace de Jacob Atwood aquí.

Always for you || niall horanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora