Jake mueve sus pies con impaciencia y suelta un gran bufido de aburrimiento, entonces entrecierro mis ojos hacia él y se queda serio mostrándome una falsa sonrisa de inocencia.
—Nadie te obligó a venir, enserio. —comento un poco molesta por su impaciencia. Miro en el interior de mi armario y escruto con la mirada todo el contenido. Harry y los chicos le han organizado una 'fiesta sorpresa' a Niall por su cumpleaños, una semana después de su cumpleaños y, debido a que ahora hay... algo sin título entre nosotros, Harry pensó que sería buena idea incluirme a mí y a Jake en la lista de invitados.
A decir verdad, no conozco la opinión de Jacob pero no creo que vaya a armar un escándalo en media fiesta. Él no es de ese tipo de chicos. Espero que Londres no haya sacado una fase de esas en él.
—Vamos Diane, es una fiesta. ¿Cuándo te has enterado que yo falto a una fiesta? —dice con fingida ofensa. Me río.
—Oh si claro, disculpe señor fiestero. —Jake se ríe por lo bajo ante mi última palabra. —Pensé que la pizza del otro día te había cambiado por completo. Es un alivio darme cuenta que no. —bromeo y siento el impacto de uno de las almohadas de mi cama contra mi espalda. Coloco el vestido que apenas había tomado en su sitio y me vuelvo hacia él con mis manos sobre mis caderas. —Jacob Atwood, ¿te has atrevido a lanzarme una almohada?, ¿mi propia almohada? —digo y finjo una seria decepción. Jake ríe a carcajadas y trato de no unirme. Estoy lo más seria posible aunque sé que mi jueguito no durará mucho más. Me acerco a pasos cautelosos a mi peinador y tomo uno de mis labiales. 'El rojo prostituta', como lo llama Jake desde el momento que lo compré. Después, camino hacia él y sonrío maliciosamente, Jacob no se percata de mis intenciones y, quince minutos después mi habitación es un completo desastre. La ropa de cama de mi colchón está desperdigada por todo el suelo, tres de mis mejores labiales están sobre el rostro y cabello de mi amigo y yo estoy partiéndome de risa mientras Jake maldice indignado.
Unos golpes persistentes en la puerta llaman mi atención y corro hacia ella, Harry me observa a mí, después el interior de mi habitación y finalmente su mirada cae sobre Jacob, quien sigue frente al espejo de mi peinador evaluando el daño.
—No puede ser, ustedes están locos. —comenta Harry, muy divertido, por cierto. — ¿Tienes la dirección? —me pregunta y asiento. —Recuerda que empieza a las siete. —insiste y suena realmente preocupado porque yo decida no asistir como lo he prometido.
Toda la semana me ha insistido en lo mismo.
—Sí, Harry. Llegaremos a tiempo. —prometo una vez más. El rizado eleva una de sus cejas.
— ¿Crees que no se matarán mientras deciden encaminarse a la fiesta? —dice señalando a Jake y me encojo de hombros.
—Estaremos a tiempo. Tranquilízate, viví cerca de él los últimos años. Ve y pon todo bonito. Nos vemos allá. —él asiente y recarga su peso en su pierna derecha. Sonríe encantadoramente.
—Confío en ti. Ponte bonita y evita destrozar al pobre chico. —asiento. Harry adentra su cabeza en la habitación un poco más y grita: — ¡Eh!, guapo, ponte un vestido que combine con tu maquillaje. —suelta una risotada y se marcha antes de que Jake lo alcance. Harry alcanza salir del departamento antes de ser atrapado y cuando Jacob regresa enfurruñado a la habitación musito:
— ¿Quieres el rosa princesa o el rojo prostituta?
—Cállate. —me fulmina con la mirada y, mientras él entra al baño a lavarse yo vuelvo a partirme en risas escandalosas.
(. . .)
A las siete en punto, Jake y yo tomamos un taxi para encaminarnos a la fiesta. Comienza a caer el sol y me siento un poco emocionada. Nunca he participado en una fiesta sorpresa. Solo he estado en dos de esas en toda mi vida y resulta ser que fueron sorpresa para mí, como despedida.