34: Celos

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El lugar es de lo más maravilloso que hay en Londres.

Bueno, tal vez engrandezco demasiado el sitio, pero después de estudiar por tantos años algo de arte en este sitio es extrañamente reconfortante volver a uno de los sitios en los que más feliz permanecía, donde, a pesar de ser una auto marginada total en la sociedad escolar, me sentía contenta, porque ninguno de los asistentes tomaba en cuenta quien eras y que historia tenías fuera de este sitio.

Es verdad eso de que "lo que pasa aquí, se queda dentro de esto." Bien, quizás no recuerdo la frase a la perfección pero el mismo ambiente me envuelve.

Camino encantada por el pasillo mientras una joven chica de cabello azul me guía hasta la oficina principal. Omito que conozco el sitio de extremo a extremo porque me gusta observar todo lo que hay a mi alrededor. Giramos hacia la derecha en el siguiente pasillo y reconozco esta zona a la perfección.

¿Cuántas horas pasé aquí mirando por los cristales de la puerta hacia el interior de cada sala?

Muchísimas, en realidad. Me gustaba vagar al término de mi clase por toda ésta zona en específico. Amaba escuchar la armonía de las voces del coro, las melodías dulces y amargas de los violines y sobre todo, había un instrumento que me jalaba hacia este lugar para escuchar a hurtadillas; la guitarra del mismísimo Niall Horan.

Admito que tengo una parte acosadora, todos la tenemos y la mía siempre me incitó a observar al rubio mientras tocaba con dedicación algunos acordes para su clase.

Sí. Él era un maestro.



Salgo de mi primera clase sobre el uso de pasteles y me percato de que está lloviendo, un mensaje de mamá llega a mi teléfono avisando que pasará a recogerme pero que tardará un poco. En realidad, no me importa el hecho de pasar un ratito acá, sino que, me apresuro a ir al baño para retirar los residuos de pastel que hay en mis manos y correr hacia el área de música. Con un poco de suerte, él aún no ha terminado.

Y no me equivoco, a menos de seis metros de distancia del aula puedo escuchar los primeros acordes e inmediatamente sé que es él. Lo sé, porque todos guardan silencio, absolutamente todos prestan atención a sus instrucciones y me atrevo a acercarme hasta la puerta y mirar por el cristal hacia el interior. No tardo mucho en descubrir su melena teñida pues está enfrente, en el lugar del profesor y, hasta ese momento no me había enterado de que papel desempeñaba en la clase. Es emocionante saber que es el profesor, que, si no supiera que soy terrible aprendiendo como tocar cualquier instrumento mi nombre estaría en las listas para los próximos cursos. Me pierdo tanto en mis pensamientos que, cuando vuelvo a prestar atención al frente su azulada mirada está sobre mí... o mejor dicho, la parte superior de mi cabeza ya que tengo que pararme de puntillas para alcanzar a ver. Su rostro está confundido y mi corazón va a mil por hora. No puedo creer, me ha descubierto.



Y ahora, que vuelvo a este lugar no puedo evitar sentir algo de nostalgia al notar que hay alguien más que ocupa su lugar, obviamente.

Nos detenemos y la chica me señala cual es la puerta indicada y que me esperan adentro. Asiento y después de un par de toques en la puerta, paso al interior. Mi sonrisa es mayor al ver a mi antiguo profesor. Él me reconoce al instante y su sonrisa refleja a la mía.

Algo me hace intuir que pasaré un largo tiempo en esta oficina.


(. . .)

Always for you || niall horanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora