One Shots || BTS

𝕷𝖔 𝖘𝖎𝖊𝖓𝖙𝖔 { 𝖁𝖒𝖎𝖓 }

Lo siento.

Una vez más, JiMin releyó aquellas dos palabras que siempre se grababan en su mente a fuego, cada vez más profundo. Usaba mucho aquella expresión, y no porque le gustase, más bien porque sentía que todo lo que hacía estaba mal. Dio vueltas al bolígrafo que descansaba en su mano, con nerviosismo, todavía debatiendo mentalmente que debería hacer. Hasta hacía un día, estaba completamente seguro de sus acciones, pero ahora que era el momento, su mente estaba ofuscada. Un peligroso sentimiento de culpabilidad y arrepentimiento se había instaurado en su pecho, rompiendo todos sus esquemas. Todavía no estaba seguro de que era ese sentimiento, o de a qué se debía, pero desde luego no quería que le impidiese aquello que tanto necesitaba: libertad.

Sonrió con suavidad hacia la pequeña notita que reposaba en el corcho sobre su escritorio, escrita por TaeHyung a rotulador rojo. Se acordaba a la perfección del momento, había sido una tarde de tormenta. JiMin odiaba el sonido de los truenos retumbar con tanta fuerza, dato que su mejor amigo conocía, por lo que fue a hacerle compañía a su habitación. Aquel día, JiMin se había disculpado tantas veces que TaeHyung se levantó y escribió aquel "lo siento" en un papel, prohibiéndole volver a decir o escribir algo relacionado con esa palabra mientras siguiese allí colgada y amenazando con castigarlo si desobedecía. No es que el castigo fuese algo terrible, de hecho eran cosas como recoger la habitación de TaeHyung, fregar los platos, limpiar la casa... Típicas tareas hogareñas. Sin embargo, por algún ilógico motivo, el chico había sonado tan imponente aquel día que le daba hasta miedo llevarle la contraria, a pesar de ser más fuerte y mayor que él.

Aún con todo, la desesperación lo carcomía por dentro en aquel preciso momento, y necesitaba escribir como mínimo un perdón en el folio que se encontraba frente a él. Con el extraño sentimiento culpable en su interior, descolgó el "lo siento" de su corcho y lo guardó en uno de sus cajones, bajo el montón de documentos allí esparcidos y olvidados. Respiró hondo, relajándose un momento en su silla, como si un peso hubiese desaparecido de sus hombros y a la vez necesitase volver a colgar en pequeño papel. Se incorporó de nuevo y colocó el bolígrafo sobre el folio, dispuesto a ordenar las ideas de su cabeza y escribir una buena carta dedicada a los seis chicos con los que vivía, y que le habían dado un motivo para seguir adelante. Ahora sí que lo sentía, por lo que estaba a punto de hacerles.

Con un nudo en la garganta y las dudas ahogándolo, empezó a trazar las letras sobre el papel y poco a poco las palabras se fueron formando, creando una coherencia entre su caos. No sabía cómo expresarlo todo sin extenderse al menos por diez páginas, por lo que había decidido ser lo más breve posible y decirlo todo sin expresarlo realmente. Era mucho más difícil de lo que había creído cuando decidió ponerse manos a la obra, pero sobre todo era mucho más duro. Explicarles, a las personas que le habían cuidado casi desde el comienzo de su época más dura y que además le habían ayudado a madurar y a crecer, todo lo que les amaba era, sin duda, lo más complicado que había hecho jamás.

Debió ser porque había estado pensando demasiado en ellos que unos golpes suaves sonaron en su puerta, haciendo que su corazón diese un vuelco por el pánico repentino de que entrasen a su habitación justo en ese instante.

-¿Minie? - una voz grave sonó tras la madera que separaba su habitación del pasillo.

-Dame un segundo, cariño - dijo JiMin, levantándose repentinamente y guardado la carta bajo los libros amontonados en su escritorio.

Efectivamente, acababa de llamar a TaeHyung "cariño", pero era algo tan común entre ellos que no le daban más importancia ya. JiMin era una persona bastante cariñosa, y tenía la manía de llamar a todo el mundo por aquellos apodos, pero sobre todo lo hacía con TaeHyung. Tenían un vínculo único y especial, vivían en su propio mundo de amor, y los chicos demasiadas veces habían pensado que eran pareja. Sin embargo, sus sentimientos jamás habían cambiado. Eran mejores amigos y sí, se llamaban por apodos cariñosos y de vez en cuando se daban inocentes besos. Apenas un roce de labios, pero lo suficiente para hacerlos sonreír como idiotas. Tenía que admitirlo, a veces parecían un par de enamorados por la forma en la que actuaban.