𝕿𝖊𝖓𝖊𝖗𝖑𝖔 𝖙𝖔𝖉𝖔 { 𝕹𝖆𝖒𝕶𝖔𝖔𝖐 }

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Sus pies descalzos rozaban la tela gris, mientras él reposaba con tranquilidad en la amplitud del sofá. Entre las agujetas del ejercicio que había decidido hacer anoche y el cansancio de estar trabajando toda la mañana, no podía aguantar ni un minuto más en pie. Jadeó cuando se giró para cambiar de postura, quedando ahora boca arriba. Sus ojos casi se cerraban por inercia mientras tarareaba una melosa melodía en su ensimismamiento. I Choose, de Alessia Cara, era la canción que sus labios entonaban con una delicadeza inverosímil, mientras el silencio de la casa lo arropaba.

Adoraba ese lugar de la estancia porque en el techo había una minúscula ventanita que dejaba entrever el cielo, y posarse bajo ella para poder disfrutar de la suave corriente de aire y del azulado cielo que se alzaba en un punto muy lejano era su placer personal. Podía observar las estrellas en aquellas noches de insomnio donde la luna brillaba con fuerza, dejarse llevar por el firmamento que ocultaba los más oscuros secretos y rodearse de un enigma inexplicable que lo absorbía hasta que se rendía al sueño.

Alzó su mano todavía vendada, jugando a ver entre los huecos que separaban sus falanges, fijándose entonces en el peculiar lunar que descansaba justo bajo su uña del dedo corazón. Haciendo un esfuerzo sobrehumano, se incorporó al recordar a su vieja amiga, que reposaba a un lado de la cristalera por la cual veía el balcón, que le quedaba a unos cuantos pasos. Sintió unas suaves cosquillas extenderse por sus piernas al tocar sus pies el suelo, y tras tener entre sus manos el instrumento, volvió a dejarse caer sobre la comodidad del sofá.

Había sentido un súbito deseo de rozar las cuerdas de la guitarra con las yemas de sus dedos e inundar la estancia con su voz. Aquella que había quedado sumida en una capa de polvo, pudriéndose lentamente en algún rincón del desván entre las teclas rotas y los altavoces estropeados. La que había aparecido casi misteriosamente en la cristalera, llamándolo, pidiéndole que una vez más volviese a desgarrarse, suplicándole un perdón incesante en sus oídos. Y tuvo que perdonarla, porque no solo quería hacer música, quería ser música de nuevo. Porque esas melodías que surgían en su cabeza provenían de sus propios sentimientos, eran como un grito de aquellas voces que no podía dejar escapar, una liberación de su subconsciente dejándose llevar por los acordes.

Esos acordes que comenzaron a sonar nada más sus dedos acariciaron con delicadeza las cuerdas, creando la armonía que dejaba fluir lo que guardaba en su corazón. Hacía mucho tiempo que no la tocaba, pero sabía exactamente donde debía colocar sus dedos para que sonase como él quería, para dominarla y a la vez sumirse en ella. Las improvisadas palabras que salían de sus labios, entre aquellos adornos tan propios que amaba hacer, el sentimiento tan oculto que despertaba todos sus sentidos y le permitía respirar, ser él, unirse en una sola voz con la guitarra. Buscando la lógica de algo que no lo tenía, buscando la explicación de algo que ni si quiera él entendía, procurando una y otra vez que aquellas palabras que no sabía decir, fuesen cantadas. Porque él no hablaba, solo se expresaba en el aire melancólico que rodeaba las ventanas, cruzaba los suelos y penetraba en él, haciendo su corazón latir con verdad. Una verdad escondida en los acordes de su guitarra negra; una verdad que salió en forma de palabras cuando ni si quiera pudo darse cuenta.

Porque entre tú y yo...

No fue consciente de cuando aquel nudo en su garganta se formó, de cuando las lágrimas se abrieron paso en sus orbes, negros como las noches de invierno, haciéndolos brillar como si pequeñas galaxias se hallaran en ellos. Como si un mundo único viviese en él, uno que ni si quiera entendía pero en el cual, en ciertas ocasiones, se sumergía. En esa música que era él, y que alguna vez había abandonado. Como el piano que destrozó cuando se perdió a sí mismo, el cual aún estaba en el desván, o aquel saxofón que fue olvidado en algún contenedor de basura cuando no se soportaba más. Abandonó la esperanza que lo había acompañado durante años y simplemente se hundió en la rutina, sin poder escapar de ella. Solo había dejado su alma intacta, en la guitarra que sus dedos aún rozaban, aquella que NamJoon había protegido con su vida entera.

One Shots || BTSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora