Á𝖓𝖌𝖊𝖑 { 𝖁𝖍𝖔𝖕𝖊 }

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Nunca había creído en los ángeles. En ángeles sin alas, porque estas habían sido cortadas. En ángeles que llegaban al mundo que supuestamente protegían, un lugar desconocido para ellos. Kim TaeHyung no creía que tuviese un ángel de la guarda, y si por alguna casualidad existía, quería tener una buena charla con él porque había desempeñado su cargo bastante mal. Sin embargo, estaba convencido de que no había nada, y que tan solo era una vil mentira de aquellas mentes que se aferraban a una realidad incongruente.
La vida nunca había sido lo que se podía decir justa con él. Sus padres lo habían dejado a la deriva en cuanto había alcanzado la mayoría de edad, dejando tan solo una carta tras ellos que pocas dudas le resolvía a TaeHyung. Hablaban de que no volverían y de que no se preocupase por el dinero, pues habían creado una cuenta a su nombre en el banco donde habían dejado una buena cantidad, que le había permitido subsistir mientras no encontraba un trabajo. Nunca explicaron por qué hicieron eso, y para TaeHyung no fue lo que se dice precisamente fácil cambiar repentinamente su estilo de vida. Lo habían empujado a traición al mundo adulto sin que él estuviese si quiera preparado, y la carga emocional que supuso aquello dejó bastantes secuelas en él.

Cursaba segundo año en la universidad de medicina cuando todo sucedió, y entre lo difícil que era ese campo y el hecho de que tuvo que buscar un trabajo desesperado para no terminar sin ningún ahorro, su cabeza y cuerpo no soportaron demasiado. La ansiedad había sido su principal enemigo, pero había llegado a sufrir alucinaciones y pequeños brotes psicóticos por culpa del estrés y el agotamiento. Lo sabía porque había pagado unas pocas sesiones de psicólogo en un intento desesperado de recibir ayuda.

Porque también estaba el hecho de que no tenía a nadie con quien hablar. Su personalidad extrovertida había desaparecido por completo y, en los malos momentos, fue cuando descubrió que sus "amigos" no eran más que simples conocidos con los que podía contar para poco. Pero, gracias al cielo, hacía un par de meses su salvador había llegado, y no podía estar más feliz de haber conocido a Kim NamJoon, sin duda el chico más humilde sobre la faz de la tierra.

Un suspiro escapó de sus labios y volvió a la tierra en cuanto estuvo a escasos metros de su casa. Sus pasos se ralentizaron en cuanto elevó la mirada y encontró una curiosa escena frente a la puerta de su casa.
Un chico apretaba el timbre de su puerta con énfasis, y parecía bastante desesperado porque alguien la abriese. Unos pantalones vaqueros adornaban sus delgadas piernas mientras que una camiseta holgada blanca se deslizaba por su hombro. Podría haber dicho que era de forma provocativa si no fuese por el hecho de que parecía bastante agobiado, a juzgar por su desordenado pelo azabache, como si una ráfaga de aire lo hubiese alcanzado, y por su aparente delgadez que casi le daba aspecto de necesitar un buen plato de kimchi.

-Disculpe - dijo TaeHyung, sobresaltando al muchacho que acababa de percatarse de su presencia.

Cuando el hombre se giró, pudo admirar su rostro desde más cerca. Sintió una calidez indescriptible y casi afirmó que estaba viendo el rostro de un ser fantástico. Su belleza era cautivadora desde el primer momento que lo veías, y su tez parecía iluminarse con luz propia, como si se tratase de una deidad. Sus ojos eran azules, conteniendo un océano entero en aquel color tan poco común en Corea. Sus pestañas se curvaban hacia arriba pero de forma casi mágica, y sus pómulos se marcaban sin llegar a hacer su rostro demasiado delgado. Su nariz parecía tener las proporciones perfectas, sus labios estaban tan cuidados y rosados que parecían maquillados y su tez debía ser demasiado suave al tacto. A pesar de que su cara era más alargada de lo normal, todo estaba en perfecta armonía y nada se salía de su lugar.

-Lo siento, yo... ¿Vive en esta casa? - dijo el muchacho, con claro nerviosismo y señalando a la puerta.

TaeHyung parpadeó, todavía hipnotizado. Abrió la boca para contestar, pero no consiguió articular palabra alguna. Caminó en silencio hacia la entrada y abrió la puerta de madera para permitirle el paso a aquel chico. No sabía por qué le dejaba pasar sin si quiera preguntarle quien era, que quería o como se llamaba, pero sentía una tremenda confianza inexplicable. El chico se adentró en la casa, aún temeroso, mirando a su al rededor sin cesar pero aún así pareciendo tranquilo.

One Shots || BTSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora