One Shots || BTS

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La librería se alzaba frente a él, con el nombre de "Mochi's library" brillando bajo la luz del atardecer. El verano había llegado, y a pesar de que las lluvias eran algo típico de Corea en aquella época, ese día el sol se había levantado y el calor los había ahogado, haciéndole pensar hasta en no ir a esa tienda.

Pero, ¿acaso no tenía la librería aire acondicionado? Era un lugar fresco en aquellos días calurosos, y él lo sabía bien. Aún así, y muy en contra de su voluntad, llevaba una camiseta corta y unas bermudas que enseñaban sus pálidas y delgadas extremidades. No era muy fan de aquel tono extremadamente blanco de su piel, ni mucho menos de lo raquíticas que parecían sus piernas y brazos, aunque no tenía nada en contra de enseñarlos. El único problema de tener que hacerlo, era que se sentía avergonzado de su cuerpo al entrar en el establecimiento frente a él.

¿La razón?

Abrió la puerta de madera, de un aspecto algo viejo pero hecho a propósito, ya que el interior de la librería era bastante rústico y acogedor. No era mucha cosa, no más que cuatro paredes, unas seis estanterías y el mostrador. Entre las estanterías había mesas con más libros, salvo entre la última estantería y la pared. En aquel rincón que él tanto amaba, había un sillón negro, en contraste con el suelo azulado y las paredes de un marrón claro, que daba justo a una pequeña ventana por la que se veía el otro lado de la calle. Encima de aquel sillón había una cuidada lámpara de color gris, que también aparentaba ser bastante antigua.

A pesar de que el rincón del fondo era uno de sus lugares favoritos, el que más le gustaba estaba tras el mostrador. Allí había libros, iluminados por la tenue luz de una ventana durante el día y por una lámpara durante las noches de invierno, cuando el sol se ponía más pronto. Pero, sobre todo, lo que más adoraba era aquella cabellera rosa y extravagante que siempre lo miraba con una sonrisa desde el mismo lugar.

-¡Gatito! Ya pensábamos que no vendrías - fue lo primero que escuchó nada más dar un paso en aquel pulcro suelo azul.

Sí, el dependiente y dueño de aquella humilde tienda lo llamaba "gatito". Desde hacía un año, iba a la misma librería cada día a la misma hora: las seis de la tarde. Su obsesión por ir venía de la tarde en la que había llegado a ella por pura casualidad, mientras daba un tranquilo paseo. Hacía tiempo que tenía ganas de comprar un libro y simplemente quiso entrar pars mirar. Sin embargo, quedó embelesado con aquel hombre de no mucho más de 20 años, pelo teñido de rosa extravagante, ojos pequeños, labios gruesos y sonrisa encantadora. Así que cada tarde volvió a ella con la esperanza de encontrarse siempre a ese extraño y adorable ángel, porque no todos los días tenía la suerte de encontrarse con uno. Él nunca hablaba, solo ojeaba los libros y se hacía el distraído cuando se topaba con la curiosa mirada del pelirosa. Cuando empezó a frecuentar tanto la librería, el dependiente tras el mostrador decidió hablarle, incluso si él no ponía de su parte. De ahí venía gatito, de que siempre se burlaba diciendo que le había comido la lengua el gato porque no soltaba ni una sola palabra, además de alegar que le recordaba a uno. El nombre de aquel extrovertido dependiente era Park JiMin.

Park JiMin era su razón.

El problema, era Jung HoSeok, el empleado de JiMin. No sólo eso, si no que también su novio, lo cual le había arrebatado cualquier posibilidad de acercarse al pelirrosa. Sabía que, incluso si solo pretendía ser su amigo, se haría más daño estando con él que manteniendo las distancias. Al fin y al cabo, no podía entrometerse en una relación, y lo mejor que podía hacer era imaginar que el delicado ángel que posaba sus codos sobre el mostrador era en realidad su pareja. Triste, y además algo perturbador, pero soñar era gratis y podía ser también un secreto, por lo cual su amor platónico era su más preciado y hermoso secreto.