One Shots || BTS

𝕽𝖊𝖆𝖑𝖎𝖉𝖆𝖉 { 𝖄𝖔𝖔𝖓𝖏𝖎𝖓 }

Mañana abrázame, por favor.

Una vez más, sus ojos pasaron por aquellas letras que semejaban una súplica, mas él sabía que no lo era ni de lejos.
Miró un momento hacia arriba para cerciorase de que el profesor seguía con su clase de historia y no había notado que ya hace minutos que no ponía atención. ¿Que le importaba a él lo que unos señores desesperados por tener el poder y controlar todo el planeta Tierra habían hecho hace quinientos años? Solo quedaban diez minutos y empezaba a perder la paciencia. Quería salir de ahí, aquel no era su lugar, en ese instituto no tenía nada que hacer. Como mucho, él solo quería estudiar psicología, y si podía librarse de eso pues mejor que mejor.

A un lado de su pupitre se encontraba sentado HoSeok, entretenido con su bolígrafo, escribiendo sabe Dios qué en su libreta. Él era, con diferencia, la persona que más le agradaba en medio de todo ese grupo de cavernícolas. Hasta incluso podría decir que eran, o más bien habían sido, mejores amigos. Porque ciertamente ya no hablaban tanto como antes, sobre todo desde la aparición de su — ahora sí — mejor amigo. Se habían distanciado porque se habían juntado con gente diferente, y él tenía una idea muy distinta a la de HoSeok sobre la vida. Lo apreciaba, pero podía vivir sin que estuviesen juntos las veinticuatro horas del día.

Que hablando de su mejor amigo, su mente seguía divagando por ese lugar que tanto odiaba pero que no podía evitar. Kim SeokJin, dos años mayor que él, totalmente único, especial y diferente. Eran grandes amigos, desde luego, la confianza entre ellos había surgido de la nada y ahora se querían con locura. Todo muy extraño porque a penas se habían conocido a principios de curso, y ahora a YoonGi le gustaba SeokJin. Y SeokJin lo sabía. Y tenía novia.

Así que su principal problema, que ocupaba su mente cada vez que intentaba centrarse en otra cosa, era aquel. Lo que le jodía de verdad de SeokJin, eran los mensajes como aquellos. Miles de veces había esperado para que los supuestos abrazos que le pedía llegasen, pero cuando conseguía abrazarlo, a penas eran unos segundos. No sólo eso, si no que cuando le pedía ese tipo de cosas, se sentía poco comprendido. No porque no quisiera abrazarlo, si no porque la única y primera vez que habían hablado de que YoonGi estaba colado por él, le había dicho que no pasaba nada y ahí zanjaron el tema. Está bien, podía llegar a entender que de cierto modo sería incómodo para ambos hablarlo, y que no quería que su amistad se fuese a pique, pero... SeokJin parecía no tener en cuenta como él se sentía con todo aquello.

Sus ojos fueron al reloj de nuevo justo cuando el timbre del descanso resonó por todo el pasillo. En cuanto tuvo la menor oportunidad casi salió corriendo de la clase y se dirigió a los baños, en un nuevo intento desesperado de evitarlo. Sabía que era un cobarde y que eso se llamaba huir de los problemas pero esta vez no quería afrontarlo porque todo era mucho más complejo. Quería llorar, pero se tragó las lágrimas y respiró hondo mientras escuchaba como los pasillos poco a poco se iban vaciando de gente. Él quería estar solo, quería pensar en si haría algo más que esconderse, quería protegerse de los demás. Le gustaría poder tener un botón de encendido y apagado para desconectarse en momentos como ese, para desaparecer entre una multitud que ni si quiera lo miraba. Ciertamente, la suerte nunca había estado de su lado, por eso no se sorprendió al escuchar unos suaves golpes en la puerta.

-¿Me dejas pasar, YoonGi? - escuchó la voz de SeokJin.

Ahí estaba él, poniendo su puto mundo patas arriba, desordenado sus pensamientos, deshaciendo los hilos que tiraban de sus engranajes y parando su riego sanguíneo. La persona a la que no quería ver, la persona a la que estaba evitando y, a la vez, la única a la que quería abrazar. Podía notar por su tono de voz que quería explicaciones, que quería saber lo que estaba pasando, pero hablar de eso supondría abrir una nueva herida en su corazón, y estaba tratando de cicatrizarlas todas. Aún así, mostrándose fuerte y sin derramar ni una sola lágrima, abrió la puerta del cubículo en el que se había metido para dejarle paso a su mejor amigo.