𝕯𝖎𝖑𝖊𝖒𝖆 { 𝕿𝖆𝖊𝕲𝖎 }

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De vez en cuando, se lo cuestionaba. Siempre había sido un enigma creciente en su cabeza, pero jamás había saciado su curiosidad. No sabía exactamente si era porque no había respuesta, porque ya la sabía pero no quería admitirla o porque era realmente imposible de encontrar. ¿Por qué? ¿Por qué él, o por qué los demás? ¿Era realmente algo que los diferenciaba? ¿Tenía que ser considerado anormal? ¿Exactamente cuál era la diferencia entre sentimientos? Suspiró, levantando su mirada de aquel líquido marrón para contemplar como la lluvia seguía cayendo con fuerza, azotando contra la ventana y creando una carrera para ver que rastro de agua se perdía primero. Podía contemplar las farolas deformarse debido a la humedad del cristal y al agua que le impedía ver más allá. Era de noche, pues apenas la luz de las calles y los relámpagos entraba en casa. Lo único que alumbraba la habitación era una pequeña vela sobre la mesilla de noche, que le permitía ver el dormido rostro de YoonGi, con sus párpados cerrados, su respiración lenta y calmada y el fino hilo de saliva que caía de la comisura de sus labios. Sonrió levemente, enternecido, y las dudas volvieron a asaltarlo.

¿Por qué él? ¿Por qué?

Bebió de su taza, dejando que el chocolate caliente descendiera por su garganta y le diese el calor que faltaba. Un rayo cruzó el cielo, fugaz, pero imponente. Pronto se dejó oír el trueno que lo sucedía, retumbando en sus oídos, sin llegar a ser molesto. La tormenta estaba algo lejos, pero aunque estuviese a su lado no le incomodaría, pues siempre había adorado aquellas noches de tormenta. Generalmente las pasaba solo, pero desde que conocía a YoonGi, eso había cambiado. Porque sí, Min YoonGi odiaba las tormentas, los rayos lo atemorizaban y los truenos le provocaban escalofríos. Por eso, aprovechando que él siempre tomaba su chocolate en esas oscuras noches, lo había acompañado en cada tormenta para que no estuviese asustado, ayudándolo a relajarse hasta que quedase profundamente dormido. Siempre le decía que, gracias a las tormentas, habían afianzado su amistad, y YoonGi acostumbraba sonreír y responder lo mismo en cada ocasión.
Apretó más sus piernas contra su pecho, buscando el calor de la manta que las envolvía, y echó un ojo de nuevo al chico que seguía plácidamente dormido en la cama. Él estaba sobre el alféizar de la ventana, acurrucado, apoyando su espalda en un cojín. Se sentía extraño, porque la paz invadía su interior, pero a la vez la incertidumbre crecía más y más. Odiaba acabar pensando siempre en lo mismo, pero no era algo que pudiese evitar.

¿Que había hecho él? ¿Que tenía él? ¿Por qué precisamente él?

A raíz de aquello comenzaba su dilema.

Tan solo tenía 9 años cuando entendió que había algo diferente en su forma de ver el mundo. Su familia siempre había insistido en que eran seres desagradables, que no merecían un trato común y que acabarían en el infierno por pecadores, pero para la inocente mente de un niño pequeño, no eran más que personas. Sí, personas entre otras cualquiera, con emociones, con historias, con una vida y con una voz con la que reclamar su derecho a ser quienes quisieran ser. Él estaba seguro de que no había ningún Dios pendiente de castigarlos por ser uno más entre millones. Es decir, ¿que había de raro? ¿Que era lo que se estaba perdiendo que era tan anormal? ¿Por qué sus sentimientos eran inválidos? Juzgar a las personas por sus acciones sería mucho más correcto que hacerlo por su forma de amar, por mucho que le hubiesen inculcado lo contrario.

Tenía 11 años cuando comprendió que él era como todas esas personas que su familia detestaba. Su familia religiosa, tradicional y muy poco comprensiva. Era la pequeña oveja negra, no creía en lo mismo que sus padres y definitivamente era todo lo que ellos despreciaban.

Sí, sorpresa, era homosexual.

Su curiosa mente todavía no comprendía del todo cuando se había torcido tanto. ¿Que estaba mal? ¿Por qué debía odiarlos y, por ende, odiarse a sí mismo? Empezaba a creer que, en realidad, él era culpable de ser quien era, que había algo terrorífico en su cabeza que le impedía ver la realidad que su familia le imponía.

One Shots || BTSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora