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Segunda parte de "Frágil"

Estaba roto, y no solo hablaba de los cristales desperdigados por el suelo y el lavabo, ni de las fibras de sus nudillos que seguían sangrando sin que él le diese la suficiente importancia. Él estaba roto, sin remedio. Cada partícula que componía su ser parecía estar quebrándose en mil partes, pero nadie podía verlo ni mucho menos entenderlo.

Lágrimas bajaron a traición por sus mejillas mientras el reflejo de alguien le devolvía la mirada. No se sentía como si fuese él mismo quien lo hacía, no reconocía esa figura que portaba. Deslizó las manos por sus caderas, intentando entender por qué el tacto no era el mismo que en el espejo, tratando de entender por qué podía tocar sus costillas cuando el reflejo no las mostraba.

Sus rodillas chocaron de golpe con el frío suelo, pero él ya estaba temblando desde hacía un buen rato. Ya sentía el frío calar sus huesos desde mucho antes. Su pecho se oprimió al escuchar las quejas de su cabeza, al entender las señales que su cuerpo le mandaba y que él ignoraba mientras sus manos se apoyaban en la taza del váter.

Abrió el grifo para dejar paso al agua y así poder intentar deshacerse de todos sus pensamientos con ese líquido incoloro. Como si todo fuese a deslizarse sobre ella y a perderse por el desagüe. Lo único que logró fue que sus lágrimas se camuflasen en ella.

Iba a gritar, quería pedir ayuda con desesperación, pero se dio cuenta de que sus palabras se habían ahogado hace tiempo en su garganta. Nadie iba a escucharlo, porque estaba solo. Y por eso nadie oyó tampoco como, una vez más, dos dedos se introdujeron en su boca, en un intento de acabar con aquella tortura.

No podía dejar de verlo, una y otra vez. Fugaz, pero real y horripilante. Quiso apartar su mirada de ese lugar en concreto, pero verse a sí mismo sobre aquel suelo le había afectado más de lo que podría explicar en voz alta, por lo que la tentación lo carcomió por dentro, extendiéndose como un cosquilleo por sus dedos. Sobre todo, sus dedos incide y corazón.

Ciertamente, no tardó demasiado en volver a expulsar aquello que no quería en su cuerpo. Aquello que, en realidad, necesitaba para vivir. Como si cualquier otro sonido se hubiese apagado, solo podía oír el fuerte bombeo de su corazón en su cabeza.

Conocía esa sensación, sabía bien lo que quería decirle su propio cuerpo. Cerró los ojos y tensó su mandíbula, tratando de contenerse a sí mismo. No podía volver a incumplir su promesa una vez más, se prometió no volver a defraudarlos.

Ahora sí que gritó de la frustración, propinándole un puñetazo a la pared para desquitarse de alguna forma, dejando fluir esas emociones que lo ahogaban y lo abatían. Estaba luchando, pero la victoria desde luego no estaba siendo suya.

-JiMin.

Oyó esa voz tras la puerta. Cerró los ojos y deseó que la tierra se lo tragase en ese momento. Sintió como su estómago se contraía y tuvo que apoyarse del lavabo para que sus piernas no lo traicionasen.

Trató de coger aire, pero sentía que se ahogaba. El oxígeno no parecía querer llegar a sus pulmones y las lágrimas no se detenían. Quiso agarrarse a algo pero le fue imposible, en el suelo no había más que cristales como memoria de lo que acababa de hacer.

-¿Hola? ¿JiMin?

No quería que volviese a ver su cuerpo una vez más, YoonGi ya había tenido que soportarlo demasiado. Él era quien había aguantado todas sus caídas y recaídas, todos sus berrinches, todas sus lágrimas, sus silencios. YoonGi había estado ahí incluso cuando le había gritado que se fuese.
Intentó pronunciar su nombre, pero sus labios solo hicieron el amago.

One Shots || BTSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora