11: Invitación

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Sentada en su cama, metió dos dedos en el frasco de la mascarilla facial y terminó de colorear su cara en blanco

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Sentada en su cama, metió dos dedos en el frasco de la mascarilla facial y terminó de colorear su cara en blanco. estaba usando una vincha gruesa para sostener su cabello húmedo. Una sinfonía perfecta bailaba en cada rincón de la recámara, y su alma vibraba al compás de la música. Inhaló con profundidad, llenó sus pulmones de combustible y se acostó lentamente entre las almohadas, con los ojos cerrados. Estaba practicando amor propio a partir de todos los consejos que Jane le había dado. «Mímate, mímate mucho. Oye música trascendental, toma consciencia de tu respiración, y de tu alrededor». No era un ejemplo de paciente en terapia, le costaba mucho seguir las tareas, sin embargo, practicar amor propio con música clásica, un baño tibio y su mascarilla facial era su tarea preferida. Amaba su tiempo a solas, cuando lograba controlarse y solo podía imaginar a los instrumentos produciendo esas dulces melodías.

La sesión terapéutica en su habitación empezó luego de frenar y notar que se estaba descarrilando. Era el cumpleaños número catorce de sus cuñadas, y, por la escenografía previa que su mente imaginó, pasó un tornado. Iba a ser una reunión como cualquier otra, incluso era probable que la familia de él no se percatara de la presencia de ella, pero sus pensamientos se encargaron de desordenar el escenario, acabó imaginado catástrofes donde hacía el ridículo. Necesitó una pausa, un respiro, una palabra bonita para sí misma. Cerró la puerta de su cuarto después del almuerzo, y ya nadie supo de ella.

Logró suavizar el impacto que le generaba esa circunstancia, sola.

Abrió los ojos y extendió un brazo para alzar una taza de té, le dio un sorbo a la bebida tibia que atravesó su garganta relajándola más. Bajó la taza para intercambiar con su celular. Aunque prefería hacer a un lado a la tecnología, había algo ahí que duplicaría su buen sentir. Una foto de él bastaba para hacerla suspirar en plenitud. Pero una videollamada entrante interrumpió la contemplación de su sonrisa preferida; dudó en aceptarla, dudó.

—¿Te pusiste caca de pájaro en la cara? —preguntó Vivian, apenas fue aceptada.

Emma respiró por su boca, y contestó:

—No.

—No me hubiese sorprendido de todas formas. —Su cara estaba pegada a la cámara, no era posible verle el cuello. Tenía una argolla en su nariz, era nueva—. Ayer no me respondiste más, maldita perra.

—Es que fue mi cumplemés —le recordó.

—Demonios. Prefieres una verga antes que a tu mejor amiga —miró al costado, en modo enfadado.

Emma se sentó y miró sus uñas.

—Me llevó a la casa de sus abuelos, y nos divertimos mucho. Ehm, nos acostamos en una manta y miramos una película en una portátil —sonrió sin alzar la mirada—. Mi papá está empezando a soltarme más, y no me dijo nada porque llegué a la una. Eso... eso me hace muy feliz.

—Bueno. ¿Comiste polla? —inquirió.

Emma miró la pantalla y negó con su cabeza.

—No. Casi pasó.

El Novio De Emma© #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora