47: Un mes horrorosamente vacío

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La alarma sonó a las 6:00 a

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La alarma sonó a las 6:00 a.m. Colin presionó una almohada contra su cara, acostado boca arriba. Lo primero que sintió al cobrar consciencia fue a su corazón malherido bombeando a toda máquina, seguía bombeando a toda máquina, no estaba muerto, había despertado, y con ansiedad. Le dolía toda la tensión acumulada en su mandíbula, y, a través de su dolor, la recordó. Estiró su brazo y consiguió apagar la alarma sin moverse, seguidamente, giró boca abajo, aferrándose a la almohada como si se tratara de ella, su nena, imaginando que recibía caricias en su mandíbula y besos en su cara. Lloró. Mojó la funda con sus lágrimas, deseando su propia muerte, porque todo era más de lo que su cuerpo y alma podían soportar. De tenerla mentalmente entre sus brazos, pasó a revivir la noche del viernes, que se repetía en su mente con neurosis.

Dentro del baño, encendió un cigarrillo en su boca, todavía echando el dolor de su interior a través de sus lágrimas. Tenía los dedos sensibles por haberse mordido las uñas todo el día anterior y sentía dolor en su espalda baja por haberse acostado demasiado tiempo. Estaba destruido, destruido por él mismo. En su mente había tres pantallas; la primera tenía una incógnita: ¿qué iba a pasar si esas mujeres publicaban sus fotos? Aunque sería mejor preguntarse: ¿qué no iba a pasar? Podía imaginar cada detalle del caos que se desataría en su presente y futuro, cómo afectaría cada aspecto de su vida, y de su relación; la segunda pantalla le mostraba el beso, y el toqueteo debajo de su ropa, esa pantalla le hacía sentir un enfermo, pues sentía un desequilibrio cada vez que recordaba que rompieron su burbuja; tercera pantalla: Emma. ¿Cómo iba a contarle lo que pasó? ¿Cómo iba a reaccionar ella? ¿Pondría en riesgo todo lo que habían construido? ¿Cancelarían los planes que hicieron? Estaban a tres días de mudarse, y lo único que tenía eran incógnitas.

Sacó su última reserva de energía para ir a la iglesia con su familia. Cuando en el ascensor Shizu le preguntó cómo había amanecido, le respondió bien, y esas fueron sus únicas palabras. Sus hermanos lo conocían lo suficiente para saber, a través de su expresión facial, que no se sentía bien, por eso no hicieron bromas ni recordaron que Emma había venido anoche. Por otro lado, Theresa lo saludó, pero no le miró la cara, ni siquiera le llamó la atención el tono que Shizu usó para preguntarle cómo había amanecido, estaba en otra, pensando en que ese domingo era el último con Colin hasta nuevo aviso, porque él el miércoles se mudaba con su novia sin estar casados. Y, por último, Bradley, conocía de memoria la cara que Colin ponía cuando estaba afligido, se preguntó la razón de su expresión, ¿no debía estar feliz porque esa semana se mudaba con su noviecita la multimillonaria?

Caminando por el pasillo de la iglesia, observó la crucifixión de enfrente. No lo entendía. Siempre había sido la mejor persona que podía ser a pesar de que muchas veces lo manejara la amargura. Se creía una buena persona. Asistía a misa cada domingo, aunque tuviera sueño, o no hubiese dormido en la noche, no importaba si llovía, cayera granizo o nevara. Dios mío, oraba, oraba, y oraba, y definitivamente nadie lo escuchaba. Tenía un padre que lo maltrataba; y una madre que no aceptaba a quien él amaba; sentía toda clase de dolor gracias a su ansiedad; y el viernes en la noche lo habían incinerado en una maldita hoguera.

El Novio De Emma© #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora