35: La Emma que conocían

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Emma se sintió caminando en un prado lleno de flores amarillas y mariposas blancas

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Emma se sintió caminando en un prado lleno de flores amarillas y mariposas blancas. Todo brillaba alrededor, como si tuviera un filtro de Instagram. En realidad, había bajado del auto y ahora estaba cruzando la acera de una selva oscura, había trabajadores en una construcción ruidosa, y olor a desagüe. Pero sus sentidos se encontraban bloqueados por su mente. Estaba pensando en que podía enamorarse del magreo mañanero. El acto amoroso no sucedió de mañana, valga la aclaración; sucedió hace diez minutos y el reloj del vestíbulo marcaba las tres de la tarde cuando Emma atravesó la puerta.

—¡Hola, Archie! —saludó sin detenerse.

Archie bajó el número del New York Times que estaba leyendo. Tenía el entrecejo fruncido. No le emocionó pensar en que ahora había un espíritu en la torre que imitaba la voz de Emma en un tono cantor. Pero miró alrededor y descubrió que la torre no estaba embrujada. Era Emma realmente. Una Emma alegre. Estaba esperando el ascensor mientras levantaba y movía su pierna en un ángulo de bailarina.

—Hola. Ehm... —Archie tosió en su puño— ¿Miraste los fuegos artificiales? ¿Emma?

—¡Bellísimos! —respondió cuando subió al elevador.

La compuerta se cerró, y Archie solo pudo preguntarse si es que Emma se había dado cuenta que traía el vestido al revés. Emma recostó su costado contra la pared y suspiró como una recién enamorada. Si pudiera ser más explicativa: miró los quince minutos de fuegos artificiales en brazos del amor de su vida. Tembló, sintió un escalofrío sobrenatural, al recordar que durmieron abrazados toda la madrugada, después de conversaciones banales, románticas y sexuales. Despertaron solo para seguir amándose. Y Ufff. Aún le palpitaba la entrepierna con espasmos. Le ilusionaba pensar que de esa manera podían despertar siempre.

Entonces, la compuerta se abrió en el ático, y oyó unas carcajadas bastante familiares. Demonios. Era su tío, Arthur Gabana. Otra voz se sumó. También estaba Vanessa. Emma mordió su puño. No podría ocultarse porque debía pasar por la sala para su recámara. Había asumido que su papá no regresaría hasta la noche, le pareció lógico porque estaba completamente embobado por Bianca. Y otra voz apareció. Era Mateo, el hermano de Bruno. Definitivamente, ese no era el escenario que imaginó al regresar. Tomó aire. A la mierda todo. Había tenido una noche mágica al lado del hombre de su vida. Podía soportar cualquier sermón de su pa, es más, iba a desconectar sus conexiones auditivas para no escuchar los regaños, e iba a correr la cinta de los momentos más dulces de la noche, que había grabado en su memoria para siempre.

—Hola. —Alzó una mano como saludo. Hizo una vista panorámica de la sala, hasta Bruno estaba presente, seguidamente, miró hacia la ciudad para evitar hacer contacto visual con alguno.

—Florecita. —Jake sacudió su cabeza para sacarse lo atontado.

Esa no era su florecita.

Arthur estaba por lanzar un comentario ingenioso sobre el vestido al revés de quien consideraba su más hermosa sobrina, pero frenó totalmente, como un vehículo que casi ocasiona un accidente, al notar la cara de abatido de quien consideraba su hermano. No entendía el sentir porque no tenía una hija, pero sabía que su mejor amigo acababa de recibir una patada en sus partes nobles. Para todos los presentes, esa no era la Emma que conocían. La Emma que conocían no llegaba a la mañana siguiente; no regresaba con una cara de no haber dormido nada. La Emma que conocían era la niña que todos cuidaban, pero esta Emma tenía más pinta de cuidarse sola. También notaron que había ganado peso, pero no le dieron mucha importancia al punto. No entendían cómo pudo haber cambiado tanto en un poco más de un año sin verse.

El Novio De Emma© #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora