60: Bronce

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 Alan se metió a la torre con las manos temblorosas, en su derecha sostenía una carta guardada dentro de un sobre rectangular blanco con el logotipo del Hotel Fiahlo

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 Alan se metió a la torre con las manos temblorosas, en su derecha sostenía una carta guardada dentro de un sobre rectangular blanco con el logotipo del Hotel Fiahlo. Miró a su alrededor que estaba vacío, eso lo más o menos aliviaba, se acercó completamente hasta el mostrador donde el portero se encontraba leyendo un libro sobre Gandhi. Alan pensó en toser para llamar su atención, pero no necesitó hacerlo.

—Hola. ¿En qué te puedo ayudar? —Archie cerró su libro y lo bajó sobre el mueble.

—Emma. Emma Miller. Necesito hablar con Emma Miller.

No tenía miedo, estaba cagado, que se halla a un nivel superior que el simple miedo. La familia de Emma lo había visto una vez, pero estaba seguro de que esa única vez bastaría para que lo reconocieran como el amigo del delincuente amoroso.

—¿Y tú eres? —le preguntó Archie. Estaba siendo amable.

—Su amigo. ¿Sabes si se encuentra allá arriba? —dijo como si se encontrara hablando de la torre más alta de un castillo de princesa—. Es importante.

—La verdad que no la he visto atravesar mi vestíbulo desde anoche —lo estaba mirando a la cara, tenía las manos sobre el mostrador—. Si es tu amiga, ¿por qué no la llamas? No te puedo dejar pasar sin algún tipo de autorización de parte de los Miller. Lo lamento.

Alan estiró el cuello de su camiseta blanca como si necesitara aflojarla. Miró de un lado a otro para asegurarse de que el lugar seguía libre de los psicópatas que Emma tenía como familia, entonces, decidió hablar con honestidad. Sí, ho-nes-ti-dad.

—Escucha, de verdad soy su amigo —llevó una mano a su corazón de la misma manera que una persona pone una mano sobre la Biblia para jurar—. Anteanoche la llamé traicionera, pero estoy seguro de que seguimos siendo amigos. Esta carta —levantó el sobre—. Debo entregársela a Emma personalmente o el remitente me cortará las pelotas. No puedo llamar a Emma porque existe una gran posibilidad de que no quiera escucharme ni quiera recibir la carta, así que mi plan es lanzársela a la cara e irme corriendo. Sé que suena confuso, pero solo debes tener en claro de que si no entrego esta carta unos bebés no nacerán.

Archie frunció su ceño. Sí, era malditamente confuso.

—¿La carta viene de parte de su ex novio? Escúchame tú ahora. Ese chico tiene terminantemente prohibido pisar esta torre. Tal vez tú tengas buenas intenciones, pero dejarte pasar en nombre de él podría hasta costarme el trabajo, niño. El señor Miller no anda en rodeos.

—Nunca volverás a dormir tranquilo si no me ayudas en esto. —Ya lo amenazó, apuntándolo con la carta. Le puso colérico que lo llamara niño—. De acuerdo. Llamaré a Emma. Maldita sea.

—O podemos dejar que su hermano te autorice —señaló con su dedo al Audi último modelo que se detuvo frente a la puerta.

Un hombre calvo del valet corrió hasta el vehículo. Primero bajó Olimpia del copiloto, después bajó J.J, haciéndole una broma al hombre del valet, quien respondió riendo, le devolvió la broma, y J.J. rio de la misma forma. Nadie imaginaría que ese buen tipo arrojó al ex novio de su hermanita como si fuese un saco de porquería. El corazón de Alan subió hasta su garganta. Comenzó a temblar como un perro bajo la lluvia.

El Novio De Emma© #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora