64: Vivian

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—Son tus amigos —le avisó Gillou en la puerta, después siguió con su camino

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—Son tus amigos —le avisó Gillou en la puerta, después siguió con su camino.

—Mierda —susurró.

Colin abandonó su comida en la mesada de la cocina. Estaba comiendo solo, los demás lo habían hecho hace rato. Ninguno de los dos le avisó que vendrían, eso lo disgustó demasiado. No podía andar por el ático de los Miller como le diera la gana, mucho menos recibir a sus amigos. Debía ser cauteloso porque no quería que lo echaran. ¿Eran capaces de echarlo? Pues Colin los creía capaces de muchas cosas desde que lo pisotearon. Discúlpenlo. Necesitaba tiempo para olvidarse de eso.

Cerca del ascensor, Eugene y Alan estaban esperándolo inquietamente. Colin observó el ramo de girasoles que sostenía Alan, pero no le dio tiempo de pensar al respecto. Eugene lo abrazó con todas sus fuerzas, pudo haberlo exprimido como a un limón. Colin colocó su mentón sobre el hombro de su mejor amigo, frente a sus ojos tenía una viva pintura abstracta y llena de colores que tenía la firma de Emma.

Cerró sus ojos, guardando su llanto para más tarde. Todo era negro, deseaba pintarlo para ella, pero no se creía suficientemente bueno con la brocha. No sabía que, para ella, él era superior a van Gogh. Hacía arte con su buen amor. Dibujaba con sonrisas y pintaba con abrazos. Los te amo iban en amarillo y los besos en color rojo, así formaba el naranja, color que resplandecía cada vez que sus manos rozaban.

—Te quiero mucho —le dijo Eugene. Sinceramente no sabía qué otra cosa decirle. No es lo mismo detenerse a pensar antes de escribir un mensaje que tener a la persona delante. Se aguantó para no llorar, se aguantó hasta que no pudo más. Lloró, tocándole la parte de atrás de su cabeza—. Lo siento muchísimo.

Colin tardó en soltarlo, al menos cuarenta segundos. Lagrimeó en contra de su voluntad. Cuando se apartó, secó su cara con el cuello de su camiseta, sollozando. Alan le apretó el hombro, estaba blanco más allá de su tez, estaba impresionado, quería decirle muchas cosas a Colin, pero no era bueno en el muy complejo asunto de las emociones.

—Las flores no son para ti. —Fue lo primero que se le ocurrió. Le pareció que Colin no lo escuchó, en realidad la broma pasó de largo. Ahora le tocó el brazo para llamar su atención—. Lo siento, Cole. —Se miraron. Alan comenzó a llorar, abrazó a Colin, casi estropeando las flores—. Lo siento tanto. Te juro que, si existiera una forma de regresar el tiempo, hasta me sacrificaría por cambiar el destino, porque no vale la pena vivir en un mundo donde no pueda escuchar la risa de ella a una calle de distancia.

Colin acogió el abrazo de Alan. También estaba impresionado. Alan no lloraba. La única y última vez que lo había escuchado desmoronarse de esa manera fue cuando se emborrachó en el aniversario de la muerte de su madre. Que Alan llorara le hizo terminar de entender que no estaba solo. Tenía a sus dos amigos, a su madre, a su nana, y muy seguramente a sus cuatro hermanos.

—Está bien —pasó a consolar a Alan con esas dos palabras estúpidas. Nada estaba bien. Dio un paso atrás, secándose con sus manos, viendo las flores—. No pueden verla, pero le haré saber que vinieron.

El Novio De Emma© #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora