38: Princesa guerrera

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Colin se puso de cuclillas al lado de la cama

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Colin se puso de cuclillas al lado de la cama. Emma se encontraba durmiendo de lado, con la boca abierta, tenía el cabello enredado y la sábana blanca le cubría hasta su pecho desnudo. Colin se mordió el labio, calculado su siguiente acción, y se acercó a la cara de Emma.

—Feliz cumplemés.

Emma abrió sus ojos como dos lunas llenas, y rápidamente le dio la espalda, enrollándose con la sábana, se cubrió hasta la cabeza. Colin no se aguantó la carcajada, trató de sacarle la sábana de encima, pero no Emma cedió, la había estrujado con todas sus fuerzas.

—No esperaba que lo recordaras. Fueron días raros, con muchas distracciones —estiró con más energía, hasta que la destapó hasta la cintura—. De acuerdo. Perdón por no mandarte una indirecta anoche.

Giró y se acostó boca arriba.

—Feliz cumplemés número ocho.

Colin esbozó una media sonrisa y se inclinó, recostando sus brazos a los costados de Emma; acto seguido, se dieron un par de besos y después se abrazaron. Ella usó su mano para recorrer toda la espalda de él, cada centímetro con cada vértebra que sobresalía. Lo sujetó de la nuca antes de enterrar sus dedos en el cabello desordenado. Aún tenía el aroma del perfume que usaba, mezclado con tabaco. Emma cerró sus ojos. Todavía no lo había visto fumar. Probablemente lo había hecho al despertar, mientras ella dormía.

—Te amo bien. —Emma le habló cerca de la oreja.

—Te amo bien —le dio un beso en la mejilla antes de erguiste. Tenía un regalo para ella. Despertó con suficiente tiempo para hacer una llamada. De un sillón de al lado, recogió un ramo de girasoles. Emma sintió como si su corazón se hubiese detenido por un segundo, iba a decirle algo, pero Colin se adelantó—: No me mires con esa cara. Tú no necesitas regalarme nada más que tu amor. Feliz cumplemés, otra vez.

Emma sonrió un poco y aceptó el ramo entre sus brazos. Continuó en silencio. No se daban regalos cada mes, pero realmente le sacudió no haber recordado su fecha feliz, ni siquiera lo recordó teniendo en cuenta la fecha de la boda. Pero Colin tenía toda la razón. Fueron días raros. Había tenía su cerebro pintado de drama hasta la noche anterior. Escuchó cómo Colin mencionó que había ordenado el desayuno, pero ella siguió callada, ahora sacando la tarjeta amarilla que se encontraba dentro de un sobre blanco. Podía reconocer esa caligrafía desprolija, acostumbrada a las anotaciones rápidas, en cualquier circunstancia.

Tu amor del bueno me hace bien.

Alzó su mirada y acomodó su cabello detrás de sus orejas.

—¿Vamos a desayunar? ¿Es de mañana todavía? —sonrió, viéndolo, mientras guardaba la tarjeta. Pensaba guardarla bien en su maleta, pues quería llevarla directamente a la caja, que tenía forma de flor rosada, y que escondía como un cofre del tesoro en su habitación. En dicha caja, que no era grande, guardaba todas las tarjetas y notas que Colin le había dado a lo largo de los meses, pero todas.

El Novio De Emma© #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora