55: La frágil florecita

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Estaba usando su reloj plateado con una bata de hospital, acostado en la camilla de una habitación privada que olía a desinfectante en aerosol

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Estaba usando su reloj plateado con una bata de hospital, acostado en la camilla de una habitación privada que olía a desinfectante en aerosol. No pudieron quitarle su reloj cuando llegó a la urgencia. Había llegado en estado delicado, débil, ensangrentado, pero saltó cuando un enfermero trató de quitárselo. Ahora mismo ese reloj, que tenía inscripta una esperanza, era todo lo que le quedaba de una relación que se secó como una planta. Podía escucharse y escucharla.

«—Esto te resultará intenso, pero esta mañana desperté a tu lado y le rogué para que siempre fuera así.

—Y ¿crees que te escuchó?

—Supongo que el tiempo nos lo dirá».

Quería llamarla solo para decirle que no lo escuchó, que su pedido al cielo de aquella mañana del 1 de noviembre no fue escuchado, ni siquiera cuando había repetido el mismo pedido cada noche siguiente. Pero no podía quitarse ese reloj, no podía guardarlo en un cajón, hacerlo significaría que había renunciado a cualquier esperanza humana, y la frágil bombilla de su alma aún parpadeaba.

Tocaron su puerta y la abrieron. Debió haberlo adivinado cuando oyó los tacones al otro lado.

—Colin, cariño. —Theresa se tapó su boca cuando lo vio.

Tenía un hematoma azulado en su mejilla derecha, y la herida de su labio inferior estaba rodeado de otro hematoma del mismo color. Tenía hematomas en sus brazos, pero Theresa se hubiese desmayado al ver su torso, su espalda, cada parte que había recibido patadas. Le dolía su cuerpo entero. Cuando una enfermera le comunicó que iban a inyectarle para calmar su dolor, él se preguntó por una droga para calmar el dolor de su alma, tomaría lo que sea con tal de que su espíritu saliera de su cuerpo por cinco minutos, librándose del dolor mortal. Moverse, o peor, caminar, era una verdadera tortura.

Theresa avanzó, y detrás de ella apareció su esposo. Colin se tensó de inmediato. Eran las cuatro de la tarde, significaba que ambos habían salido de sus oficinas para venir. Bradley había interrumpido una reunión porque Theresa lo llamó a contarle que recibió una llamada del hospital que decía que Colin había sido ingresado el día anterior porque fue víctima de un asalto violento. Cuando una enfermera le preguntó a qué familiar suyo podían llamar para que lo llevara a casa, él le dio el número de su madre por instinto, pero no imaginó que traería consigo a su padre. Sabía que estaba ahí solo para ver cómo estaba sufriendo. Sin dudas, su padre era la persona con quien menos deseaba estar en ese preciso momento.

—Vinimos inmediatamente —siguió Theresa.

Colin sintió frío cuando vio que su padre tomó asiento en un sillón junto a su camilla.

—Estoy bien —habló bajo.

—¡Pero mírate! ¿Cómo puedes decir que estás bien? —se acercó alterada y le acarició el cabello. Suspiró entre cortado, mirándolo, mirando el celular que se ubicaba en la mesita de al lado, mirando el reloj en la muñeca de él—. Asumo que lo que te pasó fue algo mucho peor. Estabas tan aturdido que ni si quiera pudiste pensar en una mentira convincente para tus padres.

El Novio De Emma© #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora