el marine [h.s.]

Cuarenta y siete.

                                                                                                                                                                                                                                                                                                          47





LEA'S POV.

Me detuve fuera del consultorio de Rachel en el hospital. La puerta estaba cerrada, pero sabía perfectamente que ella estaba adentro. Me sentía terriblemente traicionada. Definitivamente ella sabía todo acerca de 'mi trabajo'.

Una enfermera de cardiología pasó junto a mi y me mandó una mirada hostil. Mordí fuertemente el interior de mi mejilla, sintiéndome realmente estúpida. Durante el año y medio que había trabajado en el hospital, las miradas duras jamás habían abandonado mi espalda. Habían sido contadas la so acciones en que algún empleado me hubiese mirada amablemente y ahora sabía el por que.

Seguramente no sabían la verdad de donde venía el dinero de mi sueldo y del por que, pero seguramente sabían del trato que me habían dado a mi, era injusto para ellos.

Sueldo completo por un turno de no más de cuatro horas.

Más vacaciones.

Buena posición desde el primer día.

Apreté los dientes con fuerza. Había sido manipulada como una muñeca de trapo y lo peor era que ni siquiera lo había sabido. No me dio tiempo de reaccionar, cuando Rachel abrió su puerta y me miro sorprendida.

"Dios Lea, me has dado un susto de muerte." Se tocó su pecho, sonriendo de lado. La mire entornando los ojos.

"Necesito hablar contigo."

"¿Ahora mismo?" Miro su reloj. "Estoy en mi hora libre y quería ir a comprar-"

"Ya lo se Rachel." La interrumpió bruscamente. Ella me miro confundida. "Lo se todo." Rachel palideció de golpe.

HARRY'S POV

Me estire en la cama tallando mis ojos contra la almohada. El olor a violetas de Lea me hizo gruñir y a ciegas tantee la cama en busca de ella, pero la cama estaba vacía y fría.

"¿Lee?" Susurre aún con los ojos cerrados, buscándola pero nadie respondió. Con un gruñido, abrí los ojos y mire el despertador.

10:17. Lea debía estar en el hospital.

Bostece y entonces, recordé lo acontecido la noche anterior.

Lea no estaba embarazada.

Por suerte.

Y ese hecho dolía demasiado. Había sido suficientemente ingenuo para imaginar a una pequeña niña de ojos grisáceos, con el cabello rubio cenizo.

Habría tiempo para tener decenas de niñas si quisiéramos. Todo estaría bien.

Deberías agradecer no tener un niño más a quién decepcionar. Se burlo la voz en mi cabeza.

Pensé en la expresión desolada de Lea ayer y mi corazón se rompió. Mi pequeña luchadora se había desarmado frente a mi, con ojos llorosos y manos temblorosas. Me había dolido verla así, tanto como el hecho que no había bebe por el momento.

Me senté en la cama, intentando en algo que podría regresarle un poco la tranquilidad a Lea y una gran idea llegó a mi.

Rosas.