Un viajero extraño

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En esos días, viajar significaba arriesgar tu vida. Podrías perderte o ser robado. Heridas o enfermedades fácilmente podían ser fatales. Así que no era poco común que los viajeros desaparecieran sin dejar rastro.

Como soy una persona muy tranquila y callada, no era sencillo para Dororo entretenerse, por lo que, durante el camino no hacía más que preguntarle cosas al extraño viajero. Se puso frente a él para ver si chocaban, pero fue esquivado.

-Lo sabía, puedes ver. ¿Verdad? ¿De qué otra forma podrías luchar contra un monstruo como acabas de hacerlo? - Dororo formuló su pregunta y me miró.

Yo me limité a sonreír, me resultaba curioso cómo este peculiar viajero podía saber dónde se encontraba o qué había frente a él sin ver ni oír, pero sabía que por más que preguntara, como Dororo, no recibiría una respuesta.

-Oye, Dororo, creo que aunque te escuchara, no te respondería.

-¿Tú lo crees?

-Es bastante tranquilo. Creo que no comprende lo que es hacer algo fuera de lo mínimo necesario.

-Aun así, me da curiosidad cómo pelea sin poder ver...- Dororo miró al joven.- Estuviste genial. No deberías dejar que se desperdicie. Deberías...

El viajero no lo escuchaba, por lo que no se detenía ante las cosas que Dororo le decía. El pequeño tuvo que acelerar su paso para alcanzarlo. Yo reía desde atrás.

-Oye, ¿estás escuchando? ¿Vas por ahí matando monstruos? ¿Cómo se fija esa espada a tu brazo? Y esto...- Dororo hizo bailar la máscara del viajero en su dedo.- Cayó de tu cara, y una nueva piel creció.

-Me asusté tanto cuando lo vi.- intervine.- Pensé que ese demonio lo había lastimado.

-Yo me asusté más, se abalanzó sobre mí tan repentinamente... Pero, bueno, esta cosa es falsa, pero su nueva piel es real. ¿Cómo lo habrá hecho?

-¿Crees que él también sea un demonio?- en ese momento, el viajero se apartó del camino hacia un arbusto de frutos rojos, los cuales comenzó a comer.

-Sabía que podías ver.- dijo el pequeño.

-Los frutos huelen, Dororo. Puede ser que los descubriera así. Anda, come tú unos.- dije tomando algunos.

-Pero, no entiendo por qué no quiere hablar conmigo.- refunfuñó el niño.

Al decir eso, el viajero sacó la espada de uno de sus brazos, asustando al pequeño.

-¡Ah! Lo siento, fui muy lejos.

Yo llevé mis manos a mi boca sorprendida, pero noté que el viajero avanzaba. Su objetivo eran unos peces en el río que había al costado del camino. Dororo y yo nos quedamos sorprendidos de lo hábil que era ese viajero con las espadas que conformaban sus brazos. Tres peces, una gran pesca, pero,... ¡Los iba a comer crudos!

Dororo se puso frente a él mientras yo sujetaba su brazo.

-No debes comerlo crudo. Espera un poco.

-Dororo, busca algún tronco en el que podamos sentarnos. Yo haré un pequeño fuego para cocinarlos.

-Sí.- asintió y salió corriendo.

Conduje al muchacho a la orilla y saque los pescados de su brazo. Mientras los ponía en una rama y reunía piedras para hacer el fuego, comencé a hacer lo mismo que pensaba que era inútil para Dororo.

-Eres una persona muy extraña. Pero sé que eres bueno. Te vi salvar a ese niño junto al camino y lo que hiciste por Dororo. Tienes un buen corazón, solo que no somos capaces de entenderte porque no vemos el mundo como tú lo haces.

La fogata estaba lista y a lo lejos el pequeño traía rodando un tronco un poco viejo, pero era suficiente. Al dejarlo cerca del fuego, tomé la mano del viajero y lo conduje a sentarse.
Ya caía la noche cuando los pescados se cocinaron.

-¿Qué tal? Huelen bien, ¿verdad?- le preguntó Dororo.

-No creo siquiera que se dé cuenta de la diferencia.

-Sería mejor con sal.

-No estamos en el mar. Eso es un lujo.

-No se puede hacer nada. -el niño tomó uno de los pescados y se lo dio al muchacho.-Ten.

Este último reaccionó apartándose. Parecía sorprendido por ello. Yo me acerqué, tomé el pescado de la mano del niño y lo coloqué en la del viajero. Este lo tomó y, tras palparlo, comenzó a comerlo.

-No se ha quemado. Debe tener mucha hambre si no le importa lo caliente que está.

-¿Por qué habrá reaccionado así? Algunas veces parece que realmente no puede ver. Tampoco escucha o habla. -se giró hacia el muchacho.- Eres extraño, ¿lo sabías?

Yo intenté ocultar el leve sonrojo que tuve ante el pensamiento de que esas palabras habían sido mías un rato antes.

-Sasayaki-chan, ¿te pasa algo?

-N-No, nada.

-Como sea. -Dororo se levantó y dio unas volteretas sobre el fuego. -¿No quieres hacer dinero?

-¿Dinero? ¿De qué hablas, Dororo?

-Déjamelo a mí y nos haremos ricos. Incluso millonarios. Él también lo cree, por eso no me espanta.

Yo reflexioné sobre las palabras de Dororo. Era cierto que este peculiar viajero no nos había alejado de su lado. No sabíamos por qué, pero de alguna forma podía percibirnos, y, al parecer nuestra presencia no le desagradaba.

Esa noche dormimos junto al fuego Dororo y yo, pues el viajero no se movió del tronco. Durante la madrugada escuché la voz del pequeño.

-Imposible. No importa, eres el señor sin nombre.

-¿Dororo? ¿Qué haces despierto? -me froté los ojos.

-Ah, lo siento, Sasayaki-chan, solo tuve una pesadilla. Buenas noches.

-Descansa tranquilo. -el niño se acostó y comenzó a roncar.

Yo me incorporé y me acerqué al muchacho. Tomé su capa y la arreglé para que lo cubriera mejor. No parecía tener frío, de hecho, no parecía sentir nada. Acerqué mi mano a su cara, pero no lo toqué. Su piel se notaba suave, al menos la de su cara, pero el resto de él era como un muñeco. Menos su pierna derecha, lo demás eran piezas de partes humanas.

-¿Quién habrá sido tan cruel contigo? Te has perdido tanto en la vida...- me senté a su lado.- Yo también perdí mucho, ¿sabes? Mis padres fueron asesinados por la guerra. Tuve que encargarme de mi hermanita, pero ella enfermó y murió. Estoy sola, como tú...

Miré a Dororo tiernamente. Era un niño muy vivo y sonriente, pero muy curioso. Pero me sentí feliz, era la primera vez que viajaba con alguien. Al menos, por ahora, no estaría sola.

-Eso es. No estaré sola... Espero saber tu nombre algún día. Debe ser hermoso...- me quedé dormida sobre su hombro, él no se movió en toda la noche.

No estás solo, Hyakkimaru.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora